HISTORIA DEL ANALISIS ECONOMICO (JOSEPH A. SCHUMPETER)
JOSEPH A. SCHUMPETER
HISTORIA DEL ANALISIS ECONOMICO
Editada de la versión manuscrita por
ELIZABETH BOODY SHUMPETER
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
MEXICO
Capítulo 1
(Introducción y plan de la obra)
1. Plan de la
obra
Por “historia del análisis económico” entiendo la historia
los esfuerzos intelectuales que los hombres han hecho para comprender los
fenómenos económicos, o dicho de otra forma, la historia de los aspectos
analíticos o científicos del pensamiento económico. En la Parte Segunda de esta
obra se describe la historia de tales esfuerzos desde los orígenes más remotos
que se conocen hasta las dos o tres últimas décadas del siglo XVIII. En la
Parte Tercera se estudia el periodo que puede llamarse, aunque solo son cierta
aproximación, periodo de los “clásicos ingleses”, y que abarca hasta los
primeros años de la década de 1870-1880. La Parte Cuarta contiene un balance de
loas vicisitudes de la economía analítica o científica desde el final del
periodo “clásico” (hablando nuevamente en términos aproximados) hasta la
primera Guerra Mundial; sin embargo, en esta Parte, el estudio de algunos temas
se ha prolongado hasta el momento actual por conveniencias de la exposición.
Estas tres partes constituyen el núcleo fundamental de la obra y contienen sus
más importantes investigaciones. La Parte Quinta es simplemente una descripción
sumaria de los resultados mas recientes, reducida en parte por las
anticipaciones que, según he dicho, se hacen en la Parte Cuarta; pretende
únicamente ayudar al lector a comprender la relación que existe entre las
investigaciones modernas y la obra del pasado.
Al enfrentarse con la ingente tarea que he intentado
realizar en esta obra aunque dudo mucho de haberlo conseguido, se me hace
inmediatamente manifiesto un hecho ominoso. Es cierto que, bajo la superficie
de la historia de cualquier ciencia, multitud de problemas acechan a los
incautos. Sin embargo, el historiador, cuando no se trata de la historia de la
economía, tiene al menos una seguridad: el objeto de su investigación esta
suficientemente determinado, y esto le permite empezar su trabajo sin mas
dilación. Nuestro caso es distinto. En nuestro caso, las mismas ideas de
análisis económico, esfuerzo intelectual y ciencia se “pierden en la niebla”;
las mismas reglas o principios que deben guiar al historiador están expuestas a
la duda y, lo que aun es peor, a la falsa interpretación. Por esta razón, en la
Parte Primera, que sirve de introducción a las restantes, con toda la amplitud
que el espacio permite, expongo mi punto de vista sobre la naturaleza del tema
y algunos de los esquemas intelectuales que me propongo utilizar. Me ha
parecido también necesario incluir aquí el análisis de algunos problemas
relativos a la sociología de la ciencia, esto es, a la teoría de la ciencia
considerada como fenómeno social. Debo advertir, sin embargo, que estas
cuestiones se incluyen únicamente con la intención de proporcionar algunas
indicaciones respecto a los principios que voy a adoptar y respecto al tono
general de esta obra. Aunque me propongo exponer las razones en que me baso
para adoptar estos principios, no me será posible detenernos demasiado en su
fundamentacion. Pretendo únicamente que sirvan para facilitar la comprensión de
cuanto he intentado hacer y que permitan al lector renunciar al estudio de esta
obra si las líneas generales que en ellos se anticipan no son de su gusto.
2. JUSTIFICACIÓN
DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA ECONOMÍA
¿Por qué se estudia la historia de una ciencia? Cabría
pensar que la ciencia de hoy conserva todo lo que sigue siendo útil del trabajo
realizado por las generaciones precedentes. Si así fuera, no valdría la pena
interesarse por los conceptos, los métodos y los resultados que no se hayan
conservando. ¿Qué sentido tendría volver a los viejos autores y enumerar puntos
de vista que ya han sido superados? ¿No será mejor dejar estas antigüedades al
cuidado de unos cuantos especialistas que se complacen en ellas?
Habría mucho que decir de esta actitud. Desde luego, es
preferible descartar las formas de pensamiento ya superadas antes que aferrarse
indefinidamente a ellas. No obstante, creemos que tiene alguna utilidad hacer
una visita a casa del anticuario a condición de que no permanezcamos allí
demasiado tiempo.
Las ventajas que confiamos obtener procediendo así pueden
clasificarse en tres apartados ventajas pedagógicas, nuevas ideas y mejor
conocimiento de los procesos de la mente humana. Vamos a abordar en forma sucesiva
estas cuestiones, en primer lugar sin referirnos particularmente al caso de la
economía, y agregando después, en un cuarto apartado, algunas de las razones
que tenemos para creer que el estudio de la historia del trabajo analítico
tiene mayor importancia para la economía que para otras disciplinas.
En primer lugar, los profesores o estudiante que parten del
supuesto de que basta con asimilar los tratados más modernos, no tardaran en
darse cuenta de que, procediendo así, se crean dificultades innecesarias. Por
muy correcto, original, riguroso y bien redactado que sea un tratado moderno,
si no contiene un mínimo de referencias históricas, no podrá evitarse que se
extienda entre los estudiantes, o al menos entre la mayoría de ellos, la
impresión de que carece de dirección y de significado. Esto se debe a que, en
cualquier disciplina, los problemas y los métodos que estén vigentes en una
época determinada incorporan los resultados y llevan las huellas de las
investigaciones que, en condiciones completamente distintas, se han
desarrollado en los tiempos pasados.
La significación y la validez de los problemas y de los
métodos vigentes no puede ser cabalmente entendida sin un conocimiento de los
problemas y métodos precedentes, puesto que aquellos son, respecto de estos
últimos, un intento de respuesta. El análisis científico no es simplemente un
proceso lógicamente coherente que, partiendo de algunas nociones elementales,
vaya aumentando posteriormente el conjunto de conocimientos según un desarrollo
rectilíneo.
Tampoco es simplemente el descubrimiento progresivo de una
realidad objetiva, como por ejemplo, el descubrimiento de la cueca del Congo.
El análisis científico, por el contrario, es una lucha incesantemente mantenida
contra nuestras propias creaciones mentales y contra las de nuestros
predecesores, de tal forma que “progresa”, si es que efectivamente lo hace, de
manera zigzagueante, no obedeciendo a las reglas de la lógica, sino por el
impulso de nuevas ideas, nuevas observaciones o nuevas necesidades, así como
por las inclinaciones y los temperamentos de nuevos hombres. Por esta razón,
cualquier tratado que intente exponer “el estado actual de la ciencia”, expone
realmente métodos, problemas y resultados condicionados históricamente y que
solo cobran sentido cuando están referidos al trasfondo histórico del que
surgen. En otras palabras: en una época determinada el estado de una ciencia
implica su historia pasada y no puede ser expuesto en forma satisfactoria sin
hacer explícita esa historia implícita. Permítaseme agregar ahora mismo que, a
lo largo de toda la obra, nos proponemos tener en cuenta este carácter
pedagógico de la historia de la ciencia y que en el nos fundaremos para
realizar la selección del material de estudio, sacrificando a veces otros criterios
importantes.
3. PERO ¿PERO ES UNA
CIENCIA LA ECONOMÍA?
La respuesta a esta pregunta depende, naturalmente de lo que
entendamos por “ciencia”. En el lenguaje cotidiano, igual que en la
terminología de la vida académica, particularmente en los países de lengua
inglesa o francesa se usa frecuentemente este término para referirse a la física matemática. Es
evidente que en uso semejante excluye todas las ciencias sociales, y, entre
ellas, la economía. Si consideramos que la característica diferenciadora
(definiens) de la ciencia consiste en el empleo de métodos similares a los de
la física matemática, es evidente entonces que la economía, considerada en su
conjunto, no debe incluirse dentro de ella. En tal caso, sólo una pequeña parte
de la economía puede considerarse dentro del campo de lo científico. Igual
ocurre, aunque no en el mismo grado, si utilizamos el lema “la ciencia es medición” como característica
diferenciadora de lo científico. Hay que advertir que esta forma de hablar no
debe entenderse como una valoración de “rango” o “dignidad”: llamara ciencia a
un campo determinado del conocimiento no debe interpretarse como un elogio, ni
como lo contrario de un elogio.
De acuerdo con nuestros fines se sugiere espontáneamente una
definición de carácter general: ciencia es cualquier género de conocimiento a
cuyo perfeccionamiento han aplicado los hombres sus esfuerzos conscientes.(2).
Tales esfuerzos producen hábitos mentales métodos o “técnicas” y un dominio de
los hechos descubiertos con la ayuda de estas técnicas, que son muy superiores
al conocimiento de los hechos y a los hábitos mentales propios de la vida
cotidiana. Podíamos, pues, adoptar también esta definición prácticamente
equivalente: ciencia es todo campo de conocimiento que haya desarrollado
técnicas especiales para la investigación de los hechos y para la
interpretación o la deducción (análisis). Finalmente, con la intención de
destacar las aspectos sociológicos, podemos aun formular otra definición, que
es también prácticamente equivalente a las dos anteriores: ciencia es todo
campo del conocimiento dentro del cual existen algunas personas los llamados
investigadores, científicos o sabios dedicadas a la tarea de mejorar el acervo
existente de los hechos y los métodos, y que, a través de esta dedicación,
adquieren un dominio de ambas cosas que les diferencia de los “profanos” e
incluso de los simples “prácticos”. Podrían darse otras muchas definiciones
igualmente válidas. Valgan las dos siguientes que agrego sin mas explicaciones:
1) la ciencia es sentido común refinado; 2) la ciencia es conocimiento
instrumentalizado.
Como la economía emplea técnicas que no son de uso común, y
como existen economistas que se dedican a su cultivo, puede decirse
evidentemente de ella que es una ciencia, en el sentido que hemos atribuido a
este término. De aquí parece deducirse que escribir la historia de tales
técnicas es una tarea que está libre de ambigüedades , en torno a la cual no
deberían existir dudas ni escrúpulos. Desgraciadamente no ocurre así. No estamos
aún fuera del bosque; en realidad todavía no hemos entrado en él. Antes de que
podamos estar seguros del terreno que pisamos, tendremos que vencer muchos
obstáculos, el más importante de los cuales lleva una etiqueta conocida:
“ideología”. A ello se dedican los capítulos siguientes de esta Primera Parte.
Ahora vamos a ocuparnos de comentar brevemente la definición de ciencia que
hemos dado.
Ante todo hemos de enfrentarnos con una objeción que
probablemente el lector considera decisiva. Si la ciencia es conocimiento
instrumentalizado, es decir, si la utilización de técnicas especiales es el
criterio que sirve para definirla,
parecería natural incluir en ella, por ejemplo, la magia practicada por las
tribus primitivas, puesto que ésta se ha caracterizado por el empleo de
técnicas que no son accesibles para todos y se ha desarrollado y trasmitido en
el interior de un circulo de hechiceros profesionales. Y naturalmente, desde un
punto de vista teórico, la magia debe incluirse dentro del campo de la ciencia.
Y ello es así porque la magia así como aquellas otras
practicas que en el aspecto pertinente no difieren fundamentalmente de ella se
convierte a veces, progresiva e imperceptiblemente, en lo que el hombre moderno
entiende por método científico: la astrología por ejemplo, fue compañera
inseparable de la astronomía hasta principios del siglo XVII. En este mismo
sentido, aun puede aducirse otra razón más poderosa: excluir del campo de la ciencia cualquier género de
conocimiento instrumentalizado equivaldría a suponer que los criterios actuales
que nosotros utilizamos para definirla tienen validez para todas las épocas y
todos los lugares. Pero esta suposición es insostenible.(2). En la práctica,
claro está, cualquier manifestación del conocimiento instrumentalizado, ya
pertenezca al pasado o al presente, tiene necesariamente que interpretarse y
valorarse desde la perspectiva de nuestros
propios criterio, puesto que carecemos de otros para hacerlo. Tales
criterios, además, son resultado de un proceso que se ha desarrollado a lo
largo de más de seis siglos,(3), durante los cuales el campo de los métodos o
técnicas científicamente admisibles ha ido reduciéndose incesantemente, como
consecuencia de que se han ido descartando como inaceptables un número cada vez
mayor de los mismos. Únicamente os referimos a este campo críticamente
restringido cuando hablamos de ciencia “moderna”, ciencia “empírica” o ciencia
“positiva”(4). Sus reglas metodológicas no son las mismas en las diversas
disciplinas y como hemos visto anteriormente, nunca pueden considerarse
indiscutibles. Sin embargo, presentan dos características que tienen validez
general: reducen los hechos cuya
aceptación se nos propone por motivos científicos a la categoría más estrecha
de “hechos verificable mediante la observación y el experimento”; y limita el
campo de los métodos científicamente admisibles a la “deducción lógica que
parte de hechos verificables”. En lo que sigue, vamos a aceptar este punto de
vista de la ciencia empírica al menos en la medida en que se admite la validez
de sus principios en la economía, y desde él vamos a interpretar las doctrinas
económicas. No obstante, hemos de tener presente que, aunque nos sirvamos de
este criterio, no pretendemos atribuirle ninguna validez absoluta. Sirviéndonos
de él, podemos llegar a la conclusión de que determinadas proposiciones o
determinados métodos no deben considerarse validos (siempre en relación
naturalmente, a las condiciones históricas dentro de las cuales fueron
formulados), pero esto no significa que
queden excluidos del campo del pensamiento científico, entendiendo este ultimo
termino en el sentido (el más amplio) que le hemos atribuido en primer lugar.
En otras palabras; el criterio de la
ciencia empírica no nos permite negar el carácter científico (5) de métodos o proposiciones cuya valoración
debe hacerse, si es que se hace, desde los criterios “profesionales” de cada
tiempo y lugar.
En segundo lugar la definición que originalmente hemos dado
(“conocimiento instrumentalizado”) sugiere la razón por la cual no es posible,
en general, determinar la fecha ni siquiera contando por décadas de los
orígenes de una ciencia y mucho menos de su “fundación”: los orígenes de un
método particular o la fundación de una “escuela” son hechos que no pueden identificarse
con el nacimiento de una ciencia. Del mismo modo que las ciencias, cuando ya se
han constituido, van desarrollándose lentamente por acumulación, así también
desde otras ciencias, y van constituyéndose gradualmente en campos
diferenciados del conocimiento, bajo la influencia de determinadas condiciones
ambientales o personales, favorables o adversas. La investigación histórica, al
esclarecer estas condiciones, puede reducir y de hecho reduce los límites
temporales dentro de los cuales, para cada caso concreto, está igualmente
justificado negar o afirmar la existencia de un cuerpo organizado de
conocimientos científicos. Pero ninguna investigación, por minuciosa que sea,
puede eliminar totalmente una zona de duda, ampliada siempre por la ecuación personal
del historiador. En lo que se refiere a la economía, solo el prejuicio o la
ignorancia pueden justificar la afirmación de que ha sido “fundada” como
ciencia por A. Smith, F.Quesnay, W.Petty u otra persona cualquiera, o que la
exposición de su historia debe empezar por alguno de estos nombres. Debe
admitirse, sin embargo, que la economía constituye un caso particularmente
difícil, porque el conocimiento basado en el sentido común tiene en su campo,
en relación con los niveles de conocimiento
científico alcanzados en el mismo, una importancia mayor que en casi
todas las demás ramas de la ciencia. El profano sabe que las cosechas
abundantes están asociadas con precios bajos de los productos alimenticios o
que la división del trabajo aumenta la productividad; pero es evidente que
estos conocimientos son de carácter pre científico, y sería absurdo que
subrayásemos, en los autores antiguos, estas afirmaciones como si fueran
descubrimientos. La manera en que primitivamente se formulo la teoría de la
oferta y la demanda tiene evidentemente carácter científico; pero su nivel
científico es tan modesto, el sentido común y el conocimiento científico, en
este caso, están tan próximos, que cualquier afirmación en torno al momento
preciso en que se dio el paso desde el primero al segundo ha de ser siempre
necesariamente arbitraria. Aprovecho esta oportunidad para referirme a un
problema que está relacionado con lo dicho.
Definir la ciencia como una forma de conocimiento
instrumentalizado y asociarla con grupos determinados de personas casi equivale
a resaltar la importancia indiscutible que en ella tiene la especialización,
cuyo resultado (relativamente reciente) ha sido la aparición de las diversas ciencias particulares (6).
Sin embargo este proceso de especializacion nunca se ha desarrollado de acurdo
con un plan racional ya fuera este
explícitamente preconcebido o este únicamente presente de hecho, de tal forma
que la ciencia, considerada en su conjunto, nunca ha desarrollado de acuerdo
con un plan racional ya fuera este explícitamente preconcebido o
este únicamente presente de hecho, de tal forma que la ciencia, considerada en
su conjunto nunca ha llegado a tener una estructura lógicamente coherente: es
mas correcto compararla con una selva tropical que con un edificio construido
de acuerdo con un proyecto detallado. Individuos y grupos, siguiendo a los
hombres de vanguardia, ensayando nuevos métodos o buscando la solución de sus
propios problemas, han caminado por así decirlo a campo traviesa, como ya hemos
explicado en la sección 2. Las fronteras de las ciencias particulares como
consecuencia de esto, cambian sin cesar y carece de sentido intentar definirlas
en razón de su objeto o de su método. Esto puede aplicarse especialmente a la
economía, que no es una ciencia en el sentido que lo es, por ejemplo, la
acústica, sino que, como la medicina, debe considerarse como una aglomeración
de diversos campos del conocimiento, imbricados unos sobre otros y mal
coordinados. De acuerdo con esto nos proponemos analizar las definiciones de la
economía que otras personas han formulado sobre todo con el propósito de
denunciar su impropiedad, evitando, por nuestra parte, adoptar ninguna otra. Lo
más que haremos en este camino consistirá en enumerar las “disciplinas”
principales reconocidas actualmente por los diversos sistemas de enseñanzas.
Sin embargo, debe quedar bien claro que esta definición epidíctica (7) no tiene
la pretensión de ser exhaustiva. Por otra parte, debemos dejar siempre abierta
la posibilidad de que, en el futuro, se añadan nuevos temas o se excluyan en
cualquiera de las enumeraciones que actualmente puedan elaborarse.
En tercer lugar nuestra definición de ciencia no se ocupa en
ningún modo de los motivos que impulsan a los hombres a esforzarse por mejorar
el conjunto de conocimientos ya existentes en un campo científico determinado.
Pronto volveremos a ocuparnos de este tema desde otro punto de vista. Por el
momento, vamos a limitarnos a señalar
que los motivos que impulsan el análisis no influyen sobre el carácter
científico del mismo. La investigación bacteriológica, por ejemplo, es siempre
una investigación científica; el investigador puede proponerse fines de carácter
medico o de cualquier otro tipo, pero esto no impone ninguna diferencia en los
métodos que utiliza. Igual ocurre cuando un economista, utilizando métodos que
se ajustan a los criterios científicos de su medio y de su tiempo, investiga,
por ejemplo, las practicas de especulación; los resultados que así obtenga
entraran a formar parte del patrimonio científico del conocimiento económico,
independientemente de que se proponga emplearlos para recomendar una
legislación reguladora de tales prácticas, para defender la especulación contra
una legislación de este tipo o, simplemente, para satisfacer su propia
curiosidad intelectual. Aunque no estemos de acuerdo con los propósitos que el
investigador persigue, no tiene sentido que nos neguemos a aceptar sus resultados
o que no reconozcamos el carácter científico de los mismos, a menos que sea
evidente que tales propósitos han
perturbado la percepción de los hechos o tergiversado los razonamientos.
Esto significa que cualquiera de los argumentos propuestos por los “abogados
defensores” estén o no estén pagados por elaborarlos son para nosotros tan
buenos o tan malos como los propuestos por los “filósofos imparciales”, en el
supuesto de que verdaderamente existan individuos de esta ultima especie. En
algunos casos puede ser interesante preguntarse porque un hombre dice lo que
dice; pero la repuesta, cualquiera que sea, nada nos dice respecto a la verdad o falsedad de aquello que ha dicho. Es frecuente en la lucha política,
para argumentar en torno a una proposición, atacar o exaltar los motivos de
quien la sostiene o los interese que la misma parece defender o combatir. Este
procedimiento de mala fe aunque por desgracia, es demasiado común entre los
economistas carece de utilidad para nosotros.
CAPITULO 2
Interludio I. (Las técnicas del análisis económico)
En el último párrafo del capítulo precedente se sugieren
importantes problemas, de los que trataremos brevemente en el capítulo 4,
cuando nos ocupemos del tema de la “sociología de la ciencia”. Abandonando por ahora
el desarrollo de estos argumentos, nos vamos a empeñar en rastrear y perseguir
dos piezas, cuyas sendas a veces divergen en forma desconcertante: por una
parte, es necesario definir las relaciones que la economía tiene con algunos de
los campos del conocimiento instrumentalizado, precisamente con aquellos que
ejercen o han ejercido alguna influencia sobre ella, o que tienen con ella
zonas marginales comunes(1) (cap.3); por
otra parte, conviene aprovechar esta ocasión para aclarar sin más dilaciones algunos
de los conceptos y principios en los que va a apoyarse nuestra exposición de la
historia del análisis económico. Este último tema constituye el contenido del
presente capitulo.
Vamos a comenzar con una
observación que esta extraída totalmente del sentido común. El
economista “científico” se diferencia de todas las demás personas que hablan,
piensan o escriben sobre temas económicos, por su dominio de unas técnicas,(2)
que pueden clasificarse en tres grupos: historia, estadística y “teoría”. Estos
tres grupos de técnicas constituyen lo que nosotros llamamos “análisis
económico”. (Mas tarde, J.A.S. agrego en este capítulo un cuarto campo
fundamental: la “sociología económica”.)
1) LA HISTORIA
ECONÓMICA
La historia económica que desemboca en los hechos de la
época presente y los incluye es con mucha
diferencia el mas importante de estos campos fundamentales. Antes que
nada quiero declarar que, si ahora hubiese de iniciar mi trabajo en la economía y se me dice
únicamente la posibilidad de estudiar, a mi elección, uno de estos campos,
optaría sin dudarlo por la historia económica. Nadie puede tener la esperanza
de comprender los fenómenos económicos de una época cualquiera, incluida la
época presente, si carece de un conocimiento adecuado de los hechos históricos
y de una proporción suficiente de sentido histórico o de lo que puede llamarse
experiencia histórica.(3) La segunda razón reside en el hecho de que la
exposición de este tipo de historia no puede ser de carácter puramente
económico, sino que debe reflejar también, inevitablemente, hechos
“institucionales”, es decir, hechos que no son puramente económicos; por este
motivo , el estudio de la historia económica constituye el mejor método para
comprender la relación que existe entre los hechos económicos y los no
económicos y la relación que debe establecerse entre las diversas ciencias
sociales.(4) La tercera razón es la siguiente: en mi opinión, la mayor parte de
los errores fundamentales que comúnmente se cometen en el análisis económico se
deben mas a la falta de experiencia histórica que a cualesquiera otras
diferencias de la formación economicista. Debe entenderse, naturalmente, que
dentro de la historia quedan incluidas algunas disciplinas, que a consecuencia
de la especializacion, han adquirido
nombres diferentes: por ejemplo, la investigación prehistórica y la etnología
(antropología).(5)
De estas consideraciones se deducen dos consecuencias
ominosas que es conveniente señalar. Primero, como la historia es una fuente importante aunque no la
única del material que dispone el
economista y como este mismo es, además, un
producto de su época y de todas sus épocas precedentes, es evidente que
el análisis económico y sus resultados están afectados por la relatividad
histórica:(6)el único problema que en torno a esto se plantea consiste en
precisar hasta que punto sucede así. Tal problema no puede resolverse en forma
satisfactoria teorizando sobre él; nos proponemos, como una de nuestras tareas
principales, encontrar una respuesta mediante la investigación desarrollada.
Esta es la razón por la cual, en las partes sucesivas de esta obra, nuestra
exposición del análisis económica irá precedida de una breve
interpretación del “espíritu de la
época” y, en particular, de la política de cada periodo.
Segundo, hemos de tener en cuenta que, como la historia
económica forma parte de la economía, las técnicas de investigación que el
historiado utiliza deben ser consideradas como viajeros de ese gran carruaje al
que llevamos al análisis económico. El
conocimiento indirecto siempre es insatisfactorio. Por lo tanto,
aquellos economistas que no se dediquen por si mismos al estudio de la historia económica y que se limiten a
informarse en las investigaciones históricas realizadas por otros, deben ser
capaces de entender la forma en que estas investigaciones han sido llevadas a
cabo; en caso contrario, no podrán apreciar su significación verdadera. Es
imposible satisfacer todas las exigencias que de esto se deducen. Recordemos,
por ejemplo, que teóricamente la paleografía latina debe considerarse como una
de las técnicas del análisis económico.
2. LA ESTADÍSTICA
Es razonable que la
estadística, esto es, los datos estadísticos o las series de datos
estadísticos, son de importancia capital para la economía. Así se ha reconocido
en la práctica, al menos desde los siglos XVI y XVII, cuando gran parte del
trabajo realizado por los políticos* españoles, por ejemplo, se limitaba a
reunir y a interpretar datos estadísticos. (Podíamos haber citado igualmente a
los econometristas ingleses, a los que se conocían con el nombre de
“aritméticos de la política”, y a sus colegas de Francia, Alemania e
Italia).(7) En nuestro campo es imprescindible el uso de los datos
estadísticos, y no solo para explicar las cosas, sino también para saber con
precisión cuales son los puntos que hay que explicar. Es necesario agregar aquí una observación semejante al a
que hemos hecho en la sección anterior a propósito de la historia: no pueden
comprenderse los datos estadísticos sin comprender la forma en que han sido
recogidos; es imposible también extraer ninguna información de estos datos o
comprender la que los especialistas extraen sin conocer los métodos que sirven
para hacerlo, así como los
fundamentos epistemológicos de los mismos. Resulta, pues, que la
posesión de un dominio adecuado de los modernos métodos estadísticos es una condición necesaria (aunque no
suficiente) para poder evitar que el economista moderno desemboque en
resultados carentes de sentido; es evidente, sin embargo, que esta condición se
impone en algunos campos de la economía con más fuerza que en otros. En nuestro
caso son muchas las cosas importantes que dependen de estos métodos por
ejemplo, del método de las diferencias finitas y no podemos dejar que sus
virtudes o sus defectos sean juzgados exclusivamente por los especialistas, aun
cuando todos ellos sostuviesen una misma
opinión.
Nos encontramos de nuevo ante la imposibilidad de cumplir el
programa total que de estas consideraciones se deduce. Sin embargo, debemos
reconocer, al menos teóricamente, que los métodos estadísticos forman parte del conjunto de
instrumentos del análisis económico, aunque no hayan sido elaborados
específicamente para satisfacer sus necesidades particulares: el Ars
conjectandi de Jacques Bernoulli o la Theorie
anlytique de Laphace forman parte de la historia de muchas ciencias,
pero también tienen un puesto en la historia de nuestra disciplina.(8)
3. LA “TEORÍA”
La “teoría” constituye el tercer campo fundamental del
análisis económico.
Este término abarca multitud de significados pero, en
relación con el uso que tiene en esta obra, únicamente interesan dos de ellos.
El primero de estos y el menos importante es aquel que considera toda teoría
como un conjunto de “hipótesis explicativas”. Tales hipótesis son,
naturalmente, ingredientes esenciales de la historiografía y de la estadística.
Cuando se trata, por ejemplo, de explicar el origen de las ciudades, incluso
los historiadores mas tenazmente apegados a los hechos ya se dediquen a la historia
económica o a cualquier otra especialidad histórica difícilmente pueden evitar
la formulación de una o varias hipótesis o teorías. De igual forma, los
estadígrafos se ven en la necesidad de formular, por ejemplo, alguna hipótesis
o teoría respecto de la distribución
conjunta de las variables estocásticas que intervienen en sus problemas.
Sólo se necesita advertir, sin embargo que es un error
ciertamente muy difundido suponer que la única o la mas importante tarea de los
especialistas en teoría económica consiste en formular semejantes hipótesis
(hipótesis construidas en el vacio, añadirían algunos).
La teoría económica tiene objetivos completamente
diferentes. En realidad igual que la física teórica, no puede prescindir de la
utilización de esquemas o modelos simplificadores que se elaboran con el objeto
de representar algunos aspectos de la realidad y que, dando por supuesta la
verdad de algunas cosas, tienden a demostrar otras mediante la aplicación de
reglas metodológicas determinadas. Desde el punto de vista de esta obra, las
cosas (proposiciones) que damos por supuestas pueden denominarse
indiferentemente hipótesis, axiomas, postulados, supuestos o incluso principios
(9) llamaremos teoremas a las cosas (proposiciones) que consideramos
establecidas mediante reglas metodológicas admisibles. Puede ocurrir,
naturalmente, que una preposición figure en un razonamiento como postulado y en
otro como teorema. A veces las hipótesis de este género vienen también
sugeridas por los hechos es decir, se formulan apoyándose en observaciones
realizadas, pero en estricta lógica son creaciones arbitrarias del analista.
(10) Estas hipótesis, a diferencia de las del primer género (hipótesis
explicativas), no incorporan resultados finales de la investigación que se
consideran interesantes por sí mismos, sino que son simples utensilios o
instrumentos elaborados con el propósito de establecer los resultados que
interesan. Los economistas teóricos igual que los estadígrafos teóricos o que
los teóricos de cualquier otra disciplina no pueden limitarse a la elaboración
de este género de hipótesis. Importa también, en la misma manera, crear todos
aquellos otros instrumentos analíticos mediante los cuales se hace posible
extraer de ellas algunos resultados; así los conceptos (como los de “tasa
marginal de sustitución”, “productividad marginal”, “multiplicador”,
“acelerador”), las relaciones entre conceptos y los métodos para manipular
estas relaciones ninguno de los cuales, evidentemente, tiene carácter
hipotético.(11) La suma total de todos estos instrumentos incluidos los
supuestos estratégicamente útiles constituye la teoría económica. Podríamos
decir, utilizando la expresión sumamente acertada de la señora Robinsón, que la
teoría económica es una caja de herramientas.
El fundamento racional de esta concepción de la teoría
económica es muy simple, y, en todos sus aspectos, similar al que se utiliza en
todas las demás ramas de la ciencia. La experiencia nos enseña que los
fenómenos de una determinada categoría económicos, biológicos, mecánicos,
eléctricos, etc. Son en realidad
acontecimientos individuales, cada uno de los cuales al manifestarse, revela
peculiaridades propias. Sin embargo, la experiencia también nos enseña que
estos acontecimientos individuales tienen ciertas propiedades o aspectos
comunes y que puede conseguirse una gran economía de esfuerzo mental si
consideramos, de una vez por todas, estas propiedades o aspectos, así como
los problemas que suscitan. No hay duda
de que, para determinados fines, es necesario analizar cada caso particular de
formación de los precios en un mercado determinado, cada caso de formación del
ingreso, cada ciclo económico concreto, cada transacción internacional, y otras
muchas cosas por el estilo. Pero puede observarse que, incluso cuando esta
necesidad se presenta, los conceptos que aplicamos a cada uno de los casos
particulares derivan del análisis de todos los casos. Inmediatamente percibimos
que todos aquellos o al menos extensos grupos de los mismos manifiestan
características semejantes que, igual que las implicaciones inherentes a ellas,
pueden ser tratadas conjuntamente por medio, de esquemas generales de formación
de los precios, de formación de los ingresos, de los ciclos, de las
transacciones internacionales, etc. Finalmente, descubrimos que estos, esquemas
no son independientes entre sí, sino que están relacionados en tal forma que
resulta ventajoso elevarse a un nivel más alto de “abstracción generalizadora”,
y construir sobre el un instrumento complejo, un mecanismo o sistema lógico del
análisis económico, que formalmente se comporta de la misma manera, cualquiera
que sea el problema económico al que podamos aplicarlo. (12)
(Como ya hemos visto, este sistema lógico no es
necesariamente único). La obra de Richard Cantillon,(13) aunque los economistas
tardaron más de un siglo en desarrollar todas sus posibilidades, es la primera
en la que se manifiestan claramente la conciencia de esta ultima verdad.
Realmente fuel León Walras el primero en descubrirlo (véase infra, Parte
Cuarta, cap. 6, sec. 5B)
No es posible no conveniente emprender aquí un estudio
epistemológico de la ciencia económica; algunos de los problemas relacionados
con esta materia se examinaran en los capítulos siguientes de esta Parte
Primera y a lo largo de todas las partes sucesivas. Sin embargo, conviene hacer
algunas observaciones suplementarias, con la esperanza de que sirvan para
eliminar las barreras que pueden existir entre el autor y los lectores.
En primer lugar, por consiguiente, conviene precisar las
consideraciones anteriormente expuestas sobre la naturaleza y las funciones de
la teoría económica. Tales consideraciones se han formulado en términos
aplicables, sustancialmente al menos, a todas aquellas ciencias que disponen de
un aparato de análisis para cualquier fin.
Sin embargo, existen algunos hechos que restringen este
paralelismo, entre los cuales los más importantes son los dos siguientes: la
economía no puede beneficiarse de las ventajas que la física obtiene en los experimentos del laboratorio (cuando los
economistas hablan de experimentar quieren decir algo muy diferente de lo que
se entiende por experimentación en condiciones de laboratorio); por el
contrario, la economía dispone de una fuente de información que la física no
tiene, a saber, un extenso conocimiento de las significaciones de los actos
económicos. Esta fuente de información es también una fuente de controversias,
que encontraremos repetidamente como obstáculo en nuestro camino, pero
difícilmente podemos negar su existencia. Ahora bien, cuando hablamos, por
ejemplo, de las motivaciones que, según se supone, impulsan a los individuos o
a los grupos, esta fuente de información
puede identificarse, en líneas generales, con el conocimiento de los
procesos psíquicos, conscientes o subconscientes; sería absurdo pues, no
servirse de este conocimiento, aunque hay que advertir como repetiré siempre
que sea necesario que esta utilización
no implica traspasar las fronteras propias de la psicología profesional:
del mismo modo, la formulación de la “ley” de los rendimientos
decrecientes de la tierra no implica la
invasión de los dominios propios de la física. Existe, sin embargo, otra forma
de interpretar este conocimiento de las significaciones de los actos económicos
que esta mas de acuerdo con la lógica. Así, por ejemplo, al afirmar que las
ganancias instantáneas de una empresa bajo ciertas condiciones alcanzan su
punto máximo cuando la producción es tal que el costo marginal coincide con el
ingreso marginal (siendo este último igual al precio en el caso en que exista
competencia perfecta), puede decirse que formulamos la lógica de la situación,
que exponemos una conclusión que es cierta, como lo es una regla de la lógica
general, independientemente de que algunos sujetos económicos actúen o no siempre
de acuerdo con ella. Esto significa que existe una clase de teoremas económicos
que son modelos o normas lógicas (y no, naturalmente, éticas o políticas), y
que evidentemente los teoremas de esta clase se diferencian de aquellos otros
que están fundados directamente en la observación: entre estos últimos pueden
citarse, por ejemplo, los que se refieren a la relación que existe entre las
perspectivas de empleo de los trabajadores y su nivel de gastos en bienes de
consumo, o a la relación entre los niveles de salarios y el coeficiente de
matrimonios. Sin duda, sería posible considerar que entre estos dos géneros de
teoría no existe ninguna diferencia; bastaría para ello interpretar las normas
lógicas como generalizaciones “purificadoras” de los datos empíricos o, si
fuera preciso, de las observaciones acumuladas subconsciente por la experiencia
común. Sin embargo, parece más oportuno, en general, admitir esta distinción y
reconocer francamente que tenemos la capacidad o que al menos creemos tenerla
de comprender los significados y representar mediante esquemas adecuados las
implicaciones de los mismos.
En segundo lugar, es posible que las aclaraciones
precedentes hayan contribuido a
exonerarme de la sospecha de estar contagiado de “cientificismo”. Este término
ha sido introducido por el profesor Von Hayek (14) para designar la actitud de
aquellos que sin ninguna crítica, copian los métodos de la física matemática,
creyendo, sin critica también, que tales métodos pueden aplicarse
universalmente y que constituyen un modelo incomparable al debe ajustarse toda
actividad científica. A lo largo de esta obra vamos a ver si, en el campo de la
economía, se ha producido realmente eta imitación acrítica de métodos que
únicamente tienen sentido dentro de los esquemas particulares de las ciencias
en las que se han desarrollado dejando aparte naturalmente, las declaraciones
programáticas que, aunque han sido continuas y numerosas desde los asombrosos
éxitos conseguidos por las ciencias físicas en el siglo XII, carecen casi por
completo de significación. Desde el punto de vista teórico, no cabe la menor
duda de que Hayek tiene razón como le
han tenido todos aquellos que en el siglo XIX le han precedido en formular una
crítica semejante a la suya cuando sostiene que es inadmisible que los
economistas tomen prestado un método cualquiera aduciendo como único fundamento que haya sido aplicado
con éxito en otro campo de la ciencia, y cuando afirma que en aquellos casos,
pocos y sin importancia, en que se ha hecho realmente esto lo recibió no vale
la pena. Desgraciadamente no es este el verdadero problema. En efecto, es
necesario aclarar que debe entenderse por “tomar prestado” antes de
preguntarnos en que casos es ilegitimo hacerlo. En este punto hemos de evitar
caer en una ilusión óptica semejante a la que ha hecho que los marxistas, al
hablar de un futuro orden socialista, se muestren tan renuentes a emplear
términos tales como precio o costo, dinero o valor de los servicios de la
tierra e incluso interés; estos términos expresan realmente conceptos de lógica
económica general, pero el simple hecho de que se utilicen también en la
sociedad capitalista hace pensar a los marxistas que están impregnados de una
significación que el capitalismo les ha dado. A propósito de los conceptos y de
los métodos lógicos de la matemática “superior” se presenta un caso semejante:
es cierto que estos conceptos y métodos se han desarrollado inicialmente en
conexión con los problemas de los físicos, pero esto particular de lenguaje que
sirva para expresarlos.(15) Lo mismo puede decirse de algunos de los conceptos
generales de la física como potencial de equilibrio, oscilador, estática
dinámica que se presentan a su vez en el análisis económico igual que se
presentan los sistemas de ecuaciones: al adoptar en nuestro campo, por ejemplo,
el concepto de “oscilador” no hacemos otra cosa más que tomar prestado una
palabra.
Sin embargo, existen dos circunstancias que vienen a
reforzar la ilusión óptica de la que hablamos. Ocurre, por una parte, que los
físicos y matemáticos, al descubrir estos conceptos generales que solo en fecha
posterior aparecieron entre los economistas, no se limitaron a crear nombres
apropiados para designarlos, sino que al mismo tiempo se ocuparon en
desarrollar la lógica de los mismos. Evidentemente, siempre que esta lógica no
introduzca en nuestro análisis elementos “fisistas”, no hacer uso de ella
significaría un inútil despilfarro de energías. Por otra parte, es indudable
que a veces los estudiantes comprenden más fácilmente una analogía física que
el significado económico de los conceptos que se le presentan. Es natural, por
tanto, que tales analogías se utilicen frecuentemente en al enseñanza. Parece,
pues, que el empleo de conceptos originados en otros campos de la ciencia, en
el cual se fundan los que nos acusan de tomar cosas en préstamo, es una mera
consecuencia de un hecho obvio: todos nosotros físicos o economistas, razonamos
mediante un mismo tipo de cerebro que actúa siempre en forma bastante
semejante, cualesquiera que sean los objetivos a que se aplique hecho al que
debe su existencia el movimiento hacia la “unidad de la ciencia”. Esto no
implica que olvidemos el hecho cierto de que en las ciencias sociales
“explicar” tiene un significado distinto del que tiene en las ciencias naturales;
no implica finalmente que neguemos las consecuencias del carácter histórico de
nuestra disciplina.
En tercer lugar, admitiendo que la teoría económica sea algo
tan simple y tan inocua como se deduce de la exposición que he hecho, el lector
puede preguntarse de donde procede la hostilidad manifestada permanentemente
frente a ella desde que empezó a atraer la atención general (aproximadamente en
la época de los fisiócratas) hasta nuestros días. Voy a enumerar simplemente
los puntos más importantes que deben tenerse en cuenta para elaborar una
respuesta, puntos que a lo largo de nuestra exposición quedaran suficientemente
justificados:
1) En todas las épocas, incluyendo la presente, si se juzga
el estado de la teoría económica desde el punto de vista de los criterios
científicos de cada periodo (es decir, sin aplicar criterios propios de un
periodo posterior), los resultados de la misma han sido inferiores a los que
razonablemente podía esperarse, y la critica que de ellos se ha hecho está
justificada.
2) Estos resultados insatisfactorios se han visto y aun se
ven acompañados de pretensiones injustificadas, y especialmente de aplicaciones
irresponsables a los problemas prácticos: aplicaciones que estaban o están
fuera del alcance del aparato analítico de la época.
3) Es cierto que los resultados de la teoría económica nunca
han sido completamente satisfactorios, es decir, nunca han llegado hasta el
nivel que cabía esperar, pero hay que admitir también que la mayoría de las
personas interesadas han sido incapaces de entenderlos y que han manifestado
hostilidad ante cualquier tentativa de afinamiento analítico. Debemos destacar
cuidadosamente dos elementos distintos que están contenidos en esta hostilidad.
Primero: ha existido siempre un gran número de economistas que deplorar la
perdida de esta multitud de hechos que efectivamente se pierden en todo proceso
que implique abstracción. Frecuentemente, desde el punto de vista de las
aplicaciones prácticas, la hostilidad fundada en este motivo ha estado suficientemente
justificada. Segundo: existen además mentalidades constitucionalmente ineptas
para la abstracción teórica que son incapaces de ver alguna utilidad en
cualquier cosa que no esté directamente referida a la solución de los problemas
prácticos o para decirlo menos inofensivamente que carecen de la cultura
científica necesaria para apreciar cualquier cosa que suponga un afinamiento
analítico. Es muy importante que el lector tenga en cuenta esta curiosa
combinación de críticas justificadas e injustificadas dirigidas contra la
teoría económica, combinación que intentaremos poner de manifiesto a lo largo
de toda esta obra. Así se explica que la mayor parte de las críticas que se han
hecho a la teoría económica procedían
casi siempre de personas que se encontraban por encima o por debajo del
nivel de la teoría económica de su época.
4) Muchas veces la hostilidad que procedía de estas fuentes
se veía fortalecida por la hostilidad hacia las alianzas políticas que la
mayoría de los teóricos persistían en
formar. La alianza de la teoría económica con el liberalismo político del siglo
XIX constituye el ejemplo más característico. Esta alianza, como más adelante
veremos, tuvo el efecto de convertir durante algún tiempo la derrota del
liberalismo político en una derrota de la teoría económica, identificándola con
un artilugio destinado a sostener un programa político que se rechazaba. Este
punto de vista resultaba tanto más fácil
de mantener por el hecho de que los propios teóricos de la economía
compartían este mismo error y hacían todo lo posible para poner su sistema
analítico al servicio de su credo político liberal. En este caso y en otros
muchos análogos, entre los cuales la teoría económica moderna es otro ejemplo
deplorable, los economistas se han dejado arrastrar por su fuerte afición a
mezclarse en los asuntos políticos, por su inclinación a transformarse en
vendedores de recetas políticas y a presentarse como filósofos de la vida
económica; y, al hacer esto, han descuidado el deber de aclarar explícitamente
los juicios de valor introducidos en su razonamiento.
5) Podemos citar también por separado aunque realmente está
implícita en algunos de los apartados precedentes la opinión de que la teoría
económica consiste en una elaboración intelectual abstracta, en un conjunto de
hipótesis especulativas, entendiendo esto en el primero de los dos sentidos que
anteriormente hemos distinguido. En esta opinión se funda la tendencia, tan
frecuente entre los economistas y entre los especialistas de las demás ciencias
sociales, a excluir la teoría económica del campo de la ciencia propiamente
dicha. Es interesante señalar que semejante tendencia(16) no se ha producido
únicamente en los límites de nuestra disciplina. No cabe duda de que Isacc Newton fue
principalmente un teórico; sin embargo, mostro siempre una marcada hostilidad
hacia la teoría y especialmente hacia toda elaboración de hipótesis causales.
Realmente los ataques de Newton no estaban dirigidos contra la hipótesis o teoría clasificadas por
nosotros en segundo lugar, sino precisamente contra la especulación
insuficientemente fundamentada. Tal vez su actitud se debía también a la
aversión que toda mentalidad verdaderamente científica siente hacia el empleo
de la palabra “causa”, que está cargada de un cierto sabor metafísico. El
ejemplo de que la aversión hacia el empleo de conceptos metafísicos en el campo
de la ciencia empírica no implica de ningún modo aversión hacia la metafísica
misma.*
4) LA SOCIOLOGÍA ECONÓMICA
El lector habrá podido observar que estos tres campos
fundamentales de nuestra disciplina historia económica, estadística y teoría
económica, aunque son esencialmente complementarios entre sí, no lo son de manera perfecta. En verdad, algunos
trabajos de historia económica contienen afirmaciones que, antes de ser
aceptadas, deberían fundamentarse convenientemente mediante argumentos propios
de la teoría económica: así debe considerarse, por ejemplo, la afirmación de
que el gran desarrollo económico producido en Inglaterra desde la década de
1840 hasta el final del siglo XIX estuvo vinculado a la abolición de las Leyes cerealistas y a la de casi todas las
restantes formas de proteccionismo. A su vez, la historia económica es la
fuente que permite conocer los marcos institucionales dentro de los cuales han
de actuar los esquemas de la teoría económica: ella puede decirnos por si sola
a qué tipo de sociedad pasada o presente deben aplicarse tales esquemas. Sin
embargo, no es la única que presta este servicio a la teoría. Se ve
inmediatamente que al incluir en nuestra consideración instituciones tales como
la propiedad privada, la libre contratación o , por el contrario, un nivel más
o menos elevado de dirigismo gubernamental, se hacen intervenir hechos sociales
que no pueden interpretarse como integrantes simplemente de la historia
económica, sino que se incluyen dentro de una especie particular de la misma
tipificada y estilizada. Esto puede
aplicarse, en mayor grado aún, a las formas del comportamiento humano, que
puede considerarse o bien en general o bien referido no a cualesquiera sino a
situaciones sociales determinadas. Todos los manuales de economía, cuando no se
limitan a la enseñanza de la técnica en el sentido más restringido de la
palabra, contienen una introducción
relativa a las instituciones, que pertenece más a la sociología que a la
historia económica propiamente dicha. Adoptando la practica alemana,
consideramos útil añadir un cuarto campo fundamental que sirva para
complementar los tres citados hasta ahora, aunque, en rigor, la actividad
científica propia de este campo queda fuera de los limites específicos del
análisis económico: llamaremos a este nuevo campo “sociología económica”
(Wirtschaftssoziologie). Podemos añadir, usando una expresión afortunada, que
el análisis económico se ocupa del comportamiento de los hombres en una época
determinada y de qué efectos económicos resultan de tal comportamiento; la
sociología económica estudia cómo llegan los hombres a comportarse como
realmente lo hacen.(17) Si definimos el comportamiento humano en forma
suficientemente general para que no solo incluya las acciones, las motivaciones
y las inclinaciones, sino también las instituciones sociales que están en
relación con el comportamiento económico por ejemplo, el gobierno, la
trasmisión hereditaria de la propiedad, el contrato, etc., la expresión
utilizada satisface plenamente nuestras necesidades. Conviene señalar que,
naturalmente, la distinción que en ella se contiene está de acuerdo con
nuestros propios fines; no pretendemos suponer que sea una distinción
compartida por los autores que vamos a analizar en esta Historia. Por ahora, me
abstendré de presentar ningún argumento en defensa de la misma: la calidad de
un pastel solo se comprueba comiéndolo.
5) LA ECONOMÍA POLÍTICA
Llamamos economía (científica) al complejo formado por las
técnicas históricas, estadísticas y teóricas que anteriormente hemos descrito,
junto con los resultados obtenidos con la ayuda de las mismas. La difusión del
término es relativamente reciente. Fue A. Marshall, en su importante tratado,
el primero en implantar su uso, al menos
en Inglaterra y en los Estados Unidos, (18) a partir de 1890. En el siglo XIX
se utilizo comúnmente el término “economía política”, aunque en algunos países,
durante las primeras décadas del siglo, compitieron con ella otras
denominaciones. En las partes sucesivas examinaremos, está cuestión, que
realmente carece de importancia. Primero: por economía política e entienden
cosas distintas según los diversos autores; en algunos casos este término significa
lo que ahora se conoce con el nombre de teoría económica o economía “pura”. Por
esta razón, para interpretar correctamente lo que un autor determinado ha dicho
respecto del objeto y del método de la economía política, es necesario
asegurarse del significado que le atribuye a esté término (si se tienen en
cuenta esta regla, se transforman en inocuas muchas de las afirmaciones que más
violentamente han sido criticadas). Segundo: desde que un autor no muy
destacado del siglo XVII designo a nuestra disciplina, o al conjunto de campos
que la constituyen, con el nombre de economía política hecho por el cual
alcanzo su obra una inmortalidad inmerecida, se ha tenido la idea, explícita o
implícita, de que la ciencia económica tiene como único objeto la economía del
Estado aunque, naturalmente, no solo la de la polis, la ciudad Estado griega o,
lo que viene a ser lo mismo, la política pública de naturaleza económica.
Semejante idea que era aun más evidente en el término alemán Staatswissenschaft, utilizado frecuentemente
como sinónimo de economía política implicaba una concepción demasiado estrecha
del objeto de la economía. Digamos, de pasada, que destacaba excesivamente la
distancia, en gran parte carente de sentido, entre la economía y lo que ahora
se conoce con el nombre de economía de empresa (business economics). Debe
entenderse, pues, que por nuestra parte no admitimos esta disociación; todos
los hechos y todos los métodos que tienen alguna relación con el análisis del
comportamiento de las empresas individuales, ya sean presentes o pasadas,
quedan dentro del marco de la economía en el sentido que nosotros le atribuimos
así como los hechos y los métodos que tienen alguna relación con el análisis
del comportamiento de los gobiernos. Creemos, pues, que ha de tenerse también
en cuenta la economía de empresa cuando examinemos el contenido de cualquier
forma de economía política del pasado, aunque en la época correspondiente esta
se entendiera de manera más restringida. Sin embargo, debemos dar cuenta aun de
un nuevo significado del término que se ha impuesto recientemente.
Algunos economistas contemporáneos opinan que, en su mayor
parte, la moderna teoría económica tal como nosotros la hemos definido está
fundada en el aire y que no tiene suficientemente en cuenta la imposibilidad de
aplicar correctamente sus resultados a la solución de los problemas prácticos
ni siquiera al análisis de una situación económica determinada sin o se toman
en consideración las condiciones histórico-políticas en función de las cuales estos
resultados deben producirse. A veces esta opinión se extiende hasta implicar
una crítica de cualquier intento encaminado a perfeccionar los instrumentos
teóricos o estadísticos del análisis; creo que, en tal caso, no significa otra
cosa que una incapacidad para comprender
la necesidad inexorable de la investigación especializada. Sin embargo, se
libera de esta exageración, semejante opinión está totalmente justificada. Es
probable, en particular, que una economía que incluya un análisis adecuado de
la acción gubernamental, de los mecanismos y de las concepciones filosóficas
predominantes en la vida política resulte
mucho más satisfactoria para el principiante que una sucesión de
ciencias diversas, cuya forma de coordinación desconoce (en Karl Marx encuentra
el principiante lo que busca, dispuesto de antemano par su propio deleite).
A veces una economía de este tipo se presenta también bajo
el título de “economía política”. En reconocimiento parcial de la verdad que
parece contenida en esta forma de entender la economía, hemos definido en la
sección precede lo que entendemos por “cuarto campo fundamental” de nuestra
disciplina: la sociología económica.
El término “economía política”, en el sentido que hemos
analizado en el párrafo anterior, tiene aun otro significado vinculado al
examen de los “sistemas de economía política”. Este significado se asocia, a su vez, con el término “pensamiento
económico”. Conviene, sin embargo, diferir al capítulo 4 el estudio de estos
dos conceptos. Allí intentaremos aclarar también la relación que existe entre
la presente historia del análisis económico, la historia de los sistemas de
economía política y la historia del pensamiento económico, relación que no es
extraña al pensamiento común.
6. CAMPOS DE APLICACIÓN
En la economía, igual que en las demás ciencias, la división
del trabajo, actuando al mismo tiempo sobre la investigación y sobre la
enseñanza, ha producido una infinidad de especialidades que habitualmente se
llaman “campos de aplicación”. Para enumerar estos campos especializados
(enumeración que no pretende ser completa) vamos a guiarnos por los programas
de los cursos de economía que se desarrollan en las más importantes
instituciones de enseñanza superior de los Estados Unidos.
Además de los cursos generales y de los cursos de historia
económica, de estadísticas, de la teoría económica y de la sociología
económica, (19) observamos que existe, en primer lugar, un grupo de
especialidades consideradas por todo el mundo como elementos integrantes de la
“economía general” y que se desarrollan separadamente con la única intención de
facilitar una exposición más detallada de los temas. A este grupo pertenecen
las disciplinas que se ocupan del dinero y del sistema bancario, de las
fluctuaciones económicas (ciclos), del comercio exterior (relaciones económicas
internacionales) y, en algunos casos, de la localización de las industrias. En
segundo lugar, nos encontramos con otro grupo de especialidades como la contabilidad, la ciencia actuarial y la
teoría del seguro que, en conjunto, se han mantenido históricamente en una
posición de independencia excesiva respecto a la economía general (en el caso
de la contabilidad esta independencia disminuye lentamente); este grupo de
disciplinas, a pesar de la autonomía que han mantenido, son útiles para el
economistas y a veces indispensables puesto que proporcionan instrumentos de
análisis económico y posibilidades para la aplicación práctica del mismo: el
problema de la depreciación constituye un ejemplo significativo. Encontramos después
un tercer grupo de especialidades clásicas que se corresponden con las
subdivisiones tradicionales de la política económica: agricultura (20) trabajo,
transportes y empresas de utilidad pública, problemas relativos a la industria
manufacturera (y los relativos a su control por los organismos públicos) campo
para el cual no existe en ingles ningún nombre generalmente aceptado y Hacienda
pública (“política fiscal”); muchos pensaran que es necesario incluir en este
mismo grupo algunos otros campos de estudio, como el mercadeo (“distribución de
mercancías”) y la seguridad social (en aquellos aspectos que no caigan dentro
de la teoría general del seguro). El socialismo, los “sistemas económicos
comparados” e incluso los estudios sobre “población” pueden constituir un
cuarto grupo, y los “estudios regionales”, un quinto. La inclusión de otros
campos o la subdivisión de algunos de los que ya han sido considerados podría
aumentar en forma impresionante el número de pasajeros de ese gran carruaje con
el que henos comparado el análisis económico. Sin embargo, la enumeración que
hemos hecho y el conocimiento general del lector pueden bastar para probar la
exactitud de las tres afirmaciones siguientes (afirmaciones que, en función de
los propósitos que se persiguen en esta obra, creemos conveniente formular):
1)Es evidente que esta mezcolanza de campos de aplicación no
tiene carácter definitivo ni orden lógico. Entre los diversos campos no existen
fronteras claramente definidas. Todos ellos, según cambian los intereses y los
métodos, aparecen, desaparecen o se sobreponen; su importancia relativa
aumentan o disminuye. Y es natural que así ocurra, como ya hemos dicho. Cuando
esta justificado el interés por una materia, sería el colmo del absurdo
emprender su estudio, o abstenerse de hacerlo, en función del respecto que
suscitan las fronteras o la
configuración según la cual se distribuyen estos campos.
2)Todos estos campos de aplicación, estos campos
especializados no solamente los tres que han sido citados como integrantes del
primer grupo están constituidos por una mezcla de hechos y de técnicas que
forman conjuntamente los cuatro campos fundamentales del análisis económico.
Todos ellos difieren considerablemente entre si, por la razón de que existen
amplias zonas en las que es más difícil o menos necesario que en otras (o
incluso completamente imposible) elaborar instrumentos estadísticos o teóricos;
en ningún caso, sin embargo, puede despreciarse impunemente el elemento
histórico. Se diferencian además por otra razón: los especialistas de estos
diversos campos, considerados tanto individualmente como en grupos, poseen
niveles distintos de conocimiento en cada uno de los cuatro campos
fundamentales y, por ello, mezclan las técnicas en una forma que difiere
considerablemente de la que parece requerir la especializacion concreta que han
escogido. Este es un hecho que debemos tener en cuenta si queremos comprender
las causas de la estructura real de la economía. A pesar de todo, es imposible,
en principio, separar totalmente cualquiera de los campos especializados de los
campos fundamentales.
3)Hay una razón más para que esta separación resulte
imposible: los campos especializados no se limitan a aplicar técnicas y hechos
elaborados por la economía general, sino que a su vez hacen algunas
aportaciones a esta última.
En ellos se acumulan ciertamente grupos de hechos y de
métodos “particulares” que sirven de muy poco, o de nada, fuera de sus
fronteras. Pero, además de esto, en varias ocasiones han desarrollado hechos y métodos
conceptuales que deben considerarse como una contribución al análisis económico
general, a pesar de que algunas veces los guardianes oficiales de este se hayan
mostrado reacios en aceptarlos. La moderna economía agrícola ofrece algunos
ejemplos de esto, y otros semejantes se presentan en el campo de los
transportes y en el de la Hacienda pública. De todo esto se deduce que en el
presente estudio no podemos limitarnos a la historia del análisis económico
“general”, sino que habremos de prestar atención, en la forma más precisa que
podamos, a los resultados obtenidos en los campos de aplicación que hemos
enumerado.