lunes, 6 de abril de 2015

HISTORIA DEL ANALISIS ECONOMICO (JOSEPH A. SCHUMPETER)

JOSEPH A. SCHUMPETER

HISTORIA DEL ANALISIS ECONOMICO
Editada de la versión manuscrita por
ELIZABETH BOODY SHUMPETER

FONDO DE CULTURA ECONOMICA
MEXICO

Capítulo 1
(Introducción y plan de la obra)
1.      Plan de la obra
Por “historia del análisis económico” entiendo la historia los esfuerzos intelectuales que los hombres han hecho para comprender los fenómenos económicos, o dicho de otra forma, la historia de los aspectos analíticos o científicos del pensamiento económico. En la Parte Segunda de esta obra se describe la historia de tales esfuerzos desde los orígenes más remotos que se conocen hasta las dos o tres últimas décadas del siglo XVIII. En la Parte Tercera se estudia el periodo que puede llamarse, aunque solo son cierta aproximación, periodo de los “clásicos ingleses”, y que abarca hasta los primeros años de la década de 1870-1880. La Parte Cuarta contiene un balance de loas vicisitudes de la economía analítica o científica desde el final del periodo “clásico” (hablando nuevamente en términos aproximados) hasta la primera Guerra Mundial; sin embargo, en esta Parte, el estudio de algunos temas se ha prolongado hasta el momento actual por conveniencias de la exposición. Estas tres partes constituyen el núcleo fundamental de la obra y contienen sus más importantes investigaciones. La Parte Quinta es simplemente una descripción sumaria de los resultados mas recientes, reducida en parte por las anticipaciones que, según he dicho, se hacen en la Parte Cuarta; pretende únicamente ayudar al lector a comprender la relación que existe entre las investigaciones modernas y la obra del pasado.
Al enfrentarse con la ingente tarea que he intentado realizar en esta obra aunque dudo mucho de haberlo conseguido, se me hace inmediatamente manifiesto un hecho ominoso. Es cierto que, bajo la superficie de la historia de cualquier ciencia, multitud de problemas acechan a los incautos. Sin embargo, el historiador, cuando no se trata de la historia de la economía, tiene al menos una seguridad: el objeto de su investigación esta suficientemente determinado, y esto le permite empezar su trabajo sin mas dilación. Nuestro caso es distinto. En nuestro caso, las mismas ideas de análisis económico, esfuerzo intelectual y ciencia se “pierden en la niebla”; las mismas reglas o principios que deben guiar al historiador están expuestas a la duda y, lo que aun es peor, a la falsa interpretación. Por esta razón, en la Parte Primera, que sirve de introducción a las restantes, con toda la amplitud que el espacio permite, expongo mi punto de vista sobre la naturaleza del tema y algunos de los esquemas intelectuales que me propongo utilizar. Me ha parecido también necesario incluir aquí el análisis de algunos problemas relativos a la sociología de la ciencia, esto es, a la teoría de la ciencia considerada como fenómeno social. Debo advertir, sin embargo, que estas cuestiones se incluyen únicamente con la intención de proporcionar algunas indicaciones respecto a los principios que voy a adoptar y respecto al tono general de esta obra. Aunque me propongo exponer las razones en que me baso para adoptar estos principios, no me será posible detenernos demasiado en su fundamentacion. Pretendo únicamente que sirvan para facilitar la comprensión de cuanto he intentado hacer y que permitan al lector renunciar al estudio de esta obra si las líneas generales que en ellos se anticipan no son de su gusto.

2.      JUSTIFICACIÓN DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA ECONOMÍA
¿Por qué se estudia la historia de una ciencia? Cabría pensar que la ciencia de hoy conserva todo lo que sigue siendo útil del trabajo realizado por las generaciones precedentes. Si así fuera, no valdría la pena interesarse por los conceptos, los métodos y los resultados que no se hayan conservando. ¿Qué sentido tendría volver a los viejos autores y enumerar puntos de vista que ya han sido superados? ¿No será mejor dejar estas antigüedades al cuidado de unos cuantos especialistas que se complacen en ellas?
Habría mucho que decir de esta actitud. Desde luego, es preferible descartar las formas de pensamiento ya superadas antes que aferrarse indefinidamente a ellas. No obstante, creemos que tiene alguna utilidad hacer una visita a casa del anticuario a condición de que no permanezcamos allí demasiado tiempo.
Las ventajas que confiamos obtener procediendo así pueden clasificarse en tres apartados ventajas pedagógicas, nuevas ideas y mejor conocimiento de los procesos de la mente humana. Vamos a abordar en forma sucesiva estas cuestiones, en primer lugar sin referirnos particularmente al caso de la economía, y agregando después, en un cuarto apartado, algunas de las razones que tenemos para creer que el estudio de la historia del trabajo analítico tiene mayor importancia para la economía que para otras disciplinas.
En primer lugar, los profesores o estudiante que parten del supuesto de que basta con asimilar los tratados más modernos, no tardaran en darse cuenta de que, procediendo así, se crean dificultades innecesarias. Por muy correcto, original, riguroso y bien redactado que sea un tratado moderno, si no contiene un mínimo de referencias históricas, no podrá evitarse que se extienda entre los estudiantes, o al menos entre la mayoría de ellos, la impresión de que carece de dirección y de significado. Esto se debe a que, en cualquier disciplina, los problemas y los métodos que estén vigentes en una época determinada incorporan los resultados y llevan las huellas de las investigaciones que, en condiciones completamente distintas, se han desarrollado en los tiempos pasados.
La significación y la validez de los problemas y de los métodos vigentes no puede ser cabalmente entendida sin un conocimiento de los problemas y métodos precedentes, puesto que aquellos son, respecto de estos últimos, un intento de respuesta. El análisis científico no es simplemente un proceso lógicamente coherente que, partiendo de algunas nociones elementales, vaya aumentando posteriormente el conjunto de conocimientos según un desarrollo rectilíneo.
Tampoco es simplemente el descubrimiento progresivo de una realidad objetiva, como por ejemplo, el descubrimiento de la cueca del Congo. El análisis científico, por el contrario, es una lucha incesantemente mantenida contra nuestras propias creaciones mentales y contra las de nuestros predecesores, de tal forma que “progresa”, si es que efectivamente lo hace, de manera zigzagueante, no obedeciendo a las reglas de la lógica, sino por el impulso de nuevas ideas, nuevas observaciones o nuevas necesidades, así como por las inclinaciones y los temperamentos de nuevos hombres. Por esta razón, cualquier tratado que intente exponer “el estado actual de la ciencia”, expone realmente métodos, problemas y resultados condicionados históricamente y que solo cobran sentido cuando están referidos al trasfondo histórico del que surgen. En otras palabras: en una época determinada el estado de una ciencia implica su historia pasada y no puede ser expuesto en forma satisfactoria sin hacer explícita esa historia implícita. Permítaseme agregar ahora mismo que, a lo largo de toda la obra, nos proponemos tener en cuenta este carácter pedagógico de la historia de la ciencia y que en el nos fundaremos para realizar la selección del material de estudio, sacrificando a veces otros criterios importantes.

3.  PERO ¿PERO ES UNA CIENCIA LA ECONOMÍA?
La respuesta a esta pregunta depende, naturalmente de lo que entendamos por “ciencia”. En el lenguaje cotidiano, igual que en la terminología de la vida académica, particularmente en los países de lengua inglesa o francesa se usa frecuentemente este término  para referirse a la física matemática. Es evidente que en uso semejante excluye todas las ciencias sociales, y, entre ellas, la economía. Si consideramos que la característica diferenciadora (definiens) de la ciencia consiste en el empleo de métodos similares a los de la física matemática, es evidente entonces que la economía, considerada en su conjunto, no debe incluirse dentro de ella. En tal caso, sólo una pequeña parte de la economía puede considerarse dentro del campo de lo científico. Igual ocurre, aunque no en el mismo grado, si utilizamos el lema  “la ciencia es medición” como característica diferenciadora de lo científico. Hay que advertir que esta forma de hablar no debe entenderse como una valoración de “rango” o “dignidad”: llamara ciencia a un campo determinado del conocimiento no debe interpretarse como un elogio, ni como lo contrario de un elogio.
De acuerdo con nuestros fines se sugiere espontáneamente una definición de carácter general: ciencia es cualquier género de conocimiento a cuyo perfeccionamiento han aplicado los hombres sus esfuerzos conscientes.(2). Tales esfuerzos producen hábitos mentales métodos o “técnicas” y un dominio de los hechos descubiertos con la ayuda de estas técnicas, que son muy superiores al conocimiento de los hechos y a los hábitos mentales propios de la vida cotidiana. Podíamos, pues, adoptar también esta definición prácticamente equivalente: ciencia es todo campo de conocimiento que haya desarrollado técnicas especiales para la investigación de los hechos y para la interpretación o la deducción (análisis). Finalmente, con la intención de destacar las aspectos sociológicos, podemos aun formular otra definición, que es también prácticamente equivalente a las dos anteriores: ciencia es todo campo del conocimiento dentro del cual existen algunas personas los llamados investigadores, científicos o sabios dedicadas a la tarea de mejorar el acervo existente de los hechos y los métodos, y que, a través de esta dedicación, adquieren un dominio de ambas cosas que les diferencia de los “profanos” e incluso de los simples “prácticos”. Podrían darse otras muchas definiciones igualmente válidas. Valgan las dos siguientes que agrego sin mas explicaciones: 1) la ciencia es sentido común refinado; 2) la ciencia es conocimiento instrumentalizado.
Como la economía emplea técnicas que no son de uso común, y como existen economistas que se dedican a su cultivo, puede decirse evidentemente de ella que es una ciencia, en el sentido que hemos atribuido a este término. De aquí parece deducirse que escribir la historia de tales técnicas es una tarea que está libre de ambigüedades , en torno a la cual no deberían existir dudas ni escrúpulos. Desgraciadamente no ocurre así. No estamos aún fuera del bosque; en realidad todavía no hemos entrado en él. Antes de que podamos estar seguros del terreno que pisamos, tendremos que vencer muchos obstáculos, el más importante de los cuales lleva una etiqueta conocida: “ideología”. A ello se dedican los capítulos siguientes de esta Primera Parte. Ahora vamos a ocuparnos de comentar brevemente la definición de ciencia que hemos dado.
Ante todo hemos de enfrentarnos con una objeción que probablemente el lector considera decisiva. Si la ciencia es conocimiento instrumentalizado, es decir, si la utilización de técnicas especiales es el criterio que sirve para  definirla, parecería natural incluir en ella, por ejemplo, la magia practicada por las tribus primitivas, puesto que ésta se ha caracterizado por el empleo de técnicas que no son accesibles para todos y se ha desarrollado y trasmitido en el interior de un circulo de hechiceros profesionales. Y naturalmente, desde un punto de vista teórico, la magia debe incluirse dentro del campo de la ciencia.
Y ello es así porque la magia así como aquellas otras practicas que en el aspecto pertinente no difieren fundamentalmente de ella se convierte a veces, progresiva e imperceptiblemente, en lo que el hombre moderno entiende por método científico: la astrología por ejemplo, fue compañera inseparable de la astronomía hasta principios del siglo XVII. En este mismo sentido, aun puede aducirse otra razón más poderosa: excluir  del campo de la ciencia cualquier género de conocimiento instrumentalizado equivaldría a suponer que los criterios actuales que nosotros utilizamos para definirla tienen validez para todas las épocas y todos los lugares. Pero esta suposición es insostenible.(2). En la práctica, claro está, cualquier manifestación del conocimiento instrumentalizado, ya pertenezca al pasado o al presente, tiene necesariamente que interpretarse y valorarse desde la perspectiva de nuestros  propios criterio, puesto que carecemos de otros para hacerlo. Tales criterios, además, son resultado de un proceso que se ha desarrollado a lo largo de más de seis siglos,(3), durante los cuales el campo de los métodos o técnicas científicamente admisibles ha ido reduciéndose incesantemente, como consecuencia de que se han ido descartando como inaceptables un número cada vez mayor de los mismos. Únicamente os referimos a este campo críticamente restringido cuando hablamos de ciencia “moderna”, ciencia “empírica” o ciencia “positiva”(4). Sus reglas metodológicas no son las mismas en las diversas disciplinas y como hemos visto anteriormente, nunca pueden considerarse indiscutibles. Sin embargo, presentan dos características que tienen validez general:  reducen los hechos cuya aceptación se nos propone por motivos científicos a la categoría más estrecha de “hechos verificable mediante la observación y el experimento”; y limita el campo de los métodos científicamente admisibles a la “deducción lógica que parte de hechos verificables”. En lo que sigue, vamos a aceptar este punto de vista de la ciencia empírica al menos en la medida en que se admite la validez de sus principios en la economía, y desde él vamos a interpretar las doctrinas económicas. No obstante, hemos de tener presente que, aunque nos sirvamos de este criterio, no pretendemos atribuirle ninguna validez absoluta. Sirviéndonos de él, podemos llegar a la conclusión de que determinadas proposiciones o determinados métodos no deben considerarse validos (siempre en relación naturalmente, a las condiciones históricas dentro de las cuales fueron formulados),  pero esto no significa que queden excluidos del campo del pensamiento científico, entendiendo este ultimo termino en el sentido (el más amplio) que le hemos atribuido en primer lugar. En otras  palabras; el criterio de la ciencia empírica no nos permite negar el carácter científico (5)  de métodos o proposiciones cuya valoración debe hacerse, si es que se hace, desde los criterios “profesionales” de cada tiempo y lugar.
En segundo lugar la definición que originalmente hemos dado (“conocimiento instrumentalizado”) sugiere la razón por la cual no es posible, en general, determinar la fecha ni siquiera contando por décadas de los orígenes de una ciencia y mucho menos de su “fundación”: los orígenes de un método particular o la fundación de una “escuela” son hechos que no pueden identificarse con el nacimiento de una ciencia. Del mismo modo que las ciencias, cuando ya se han constituido, van desarrollándose lentamente por acumulación, así también desde otras ciencias, y van constituyéndose gradualmente en campos diferenciados del conocimiento, bajo la influencia de determinadas condiciones ambientales o personales, favorables o adversas. La investigación histórica, al esclarecer estas condiciones, puede reducir y de hecho reduce los límites temporales dentro de los cuales, para cada caso concreto, está igualmente justificado negar o afirmar la existencia de un cuerpo organizado de conocimientos científicos. Pero ninguna investigación, por minuciosa que sea, puede eliminar totalmente una zona de duda, ampliada siempre por la ecuación personal del historiador. En lo que se refiere a la economía, solo el prejuicio o la ignorancia pueden justificar la afirmación de que ha sido “fundada” como ciencia por A. Smith, F.Quesnay, W.Petty u otra persona cualquiera, o que la exposición de su historia debe empezar por alguno de estos nombres. Debe admitirse, sin embargo, que la economía constituye un caso particularmente difícil, porque el conocimiento basado en el sentido común tiene en su campo, en relación con los niveles de conocimiento  científico alcanzados en el mismo, una importancia mayor que en casi todas las demás ramas de la ciencia. El profano sabe que las cosechas abundantes están asociadas con precios bajos de los productos alimenticios o que la división del trabajo aumenta la productividad; pero es evidente que estos conocimientos son de carácter pre científico, y sería absurdo que subrayásemos, en los autores antiguos, estas afirmaciones como si fueran descubrimientos. La manera en que primitivamente se formulo la teoría de la oferta y la demanda tiene evidentemente carácter científico; pero su nivel científico es tan modesto, el sentido común y el conocimiento científico, en este caso, están tan próximos, que cualquier afirmación en torno al momento preciso en que se dio el paso desde el primero al segundo ha de ser siempre necesariamente arbitraria. Aprovecho esta oportunidad para referirme a un problema que está relacionado con lo dicho.
Definir la ciencia como una forma de conocimiento instrumentalizado y asociarla con grupos determinados de personas casi equivale a resaltar la importancia indiscutible que en ella tiene la especialización, cuyo resultado (relativamente reciente) ha sido la aparición  de las diversas ciencias particulares (6). Sin embargo este proceso de especializacion nunca se ha desarrollado de acurdo con un plan racional  ya fuera este explícitamente preconcebido o este únicamente presente de hecho, de tal forma que la ciencia, considerada en su conjunto, nunca ha desarrollado de acuerdo con un  plan racional  ya fuera este explícitamente preconcebido o este únicamente presente de hecho, de tal forma que la ciencia, considerada en su conjunto nunca ha llegado a tener una estructura lógicamente coherente: es mas correcto compararla con una selva tropical que con un edificio construido de acuerdo con un proyecto detallado. Individuos y grupos, siguiendo a los hombres de vanguardia, ensayando nuevos métodos o buscando la solución de sus propios problemas, han caminado por así decirlo a campo traviesa, como ya hemos explicado en la sección 2. Las fronteras de las ciencias particulares como consecuencia de esto, cambian sin cesar y carece de sentido intentar definirlas en razón de su objeto o de su método. Esto puede aplicarse especialmente a la economía, que no es una ciencia en el sentido que lo es, por ejemplo, la acústica, sino que, como la medicina, debe considerarse como una aglomeración de diversos campos del conocimiento, imbricados unos sobre otros y mal coordinados. De acuerdo con esto nos proponemos analizar las definiciones de la economía que otras personas han formulado sobre todo con el propósito de denunciar su impropiedad, evitando, por nuestra parte, adoptar ninguna otra. Lo más que haremos en este camino consistirá en enumerar las “disciplinas” principales reconocidas actualmente por los diversos sistemas de enseñanzas. Sin embargo, debe quedar bien claro que esta definición epidíctica (7) no tiene la pretensión de ser exhaustiva. Por otra parte, debemos dejar siempre abierta la posibilidad de que, en el futuro, se añadan nuevos temas o se excluyan en cualquiera de las enumeraciones que actualmente puedan elaborarse.
En tercer lugar nuestra definición de ciencia no se ocupa en ningún modo de los motivos que impulsan a los hombres a esforzarse por mejorar el conjunto de conocimientos ya existentes en un campo científico determinado. Pronto volveremos a ocuparnos de este tema desde otro punto de vista. Por el momento, vamos a  limitarnos a señalar que los motivos que impulsan el análisis no influyen sobre el carácter científico del mismo. La investigación bacteriológica, por ejemplo, es siempre una investigación científica; el investigador puede proponerse fines de carácter medico o de cualquier otro tipo, pero esto no impone ninguna diferencia en los métodos que utiliza. Igual ocurre cuando un economista, utilizando métodos que se ajustan a los criterios científicos de su medio y de su tiempo, investiga, por ejemplo, las practicas de especulación; los resultados que así obtenga entraran a formar parte del patrimonio científico del conocimiento económico, independientemente de que se proponga emplearlos para recomendar una legislación reguladora de tales prácticas, para defender la especulación contra una legislación de este tipo o, simplemente, para satisfacer su propia curiosidad intelectual. Aunque no estemos de acuerdo con los propósitos que el investigador persigue, no tiene sentido que nos neguemos a aceptar sus resultados o que no reconozcamos el carácter científico de los mismos, a menos que sea evidente que tales propósitos han  perturbado la percepción de los hechos o tergiversado los razonamientos. Esto significa que cualquiera de los argumentos propuestos por los “abogados defensores” estén o no estén pagados por elaborarlos son para nosotros tan buenos o tan malos como los propuestos por los “filósofos imparciales”, en el supuesto de que verdaderamente existan individuos de esta ultima especie. En algunos casos puede ser interesante preguntarse porque un hombre dice lo que dice; pero la repuesta, cualquiera que sea, nada nos dice respecto a  la verdad o falsedad de aquello que ha  dicho. Es frecuente en la lucha política, para argumentar en torno a una proposición, atacar o exaltar los motivos de quien la sostiene o los interese que la misma parece defender o combatir. Este procedimiento de mala fe aunque por desgracia, es demasiado común entre los economistas carece de utilidad para nosotros.

CAPITULO 2
Interludio I. (Las técnicas del análisis económico)
En el último párrafo del capítulo precedente se sugieren importantes problemas, de los que trataremos brevemente en el capítulo 4, cuando nos ocupemos del tema de la “sociología de la ciencia”. Abandonando por ahora el desarrollo de estos argumentos, nos vamos a empeñar en rastrear y perseguir dos piezas, cuyas sendas a veces divergen en forma desconcertante: por una parte, es necesario definir las relaciones que la economía tiene con algunos de los campos del conocimiento instrumentalizado, precisamente con aquellos que ejercen o han ejercido alguna influencia sobre ella, o que tienen con ella zonas marginales  comunes(1) (cap.3); por otra parte, conviene aprovechar esta ocasión para aclarar sin más dilaciones algunos de los conceptos y principios en los que va a apoyarse nuestra exposición de la historia del análisis económico. Este último tema constituye el contenido del presente capitulo.
Vamos a comenzar con una  observación que esta extraída totalmente del sentido común. El economista “científico” se diferencia de todas las demás personas que hablan, piensan o escriben sobre temas económicos, por su dominio de unas técnicas,(2) que pueden clasificarse en tres grupos: historia, estadística y “teoría”. Estos tres grupos de técnicas constituyen lo que nosotros llamamos “análisis económico”. (Mas tarde, J.A.S. agrego en este capítulo un cuarto campo fundamental: la “sociología económica”.)

1)     LA HISTORIA ECONÓMICA
La historia económica que desemboca en los hechos de la época presente y los incluye es con mucha  diferencia el mas importante de estos campos fundamentales. Antes que nada quiero declarar que, si ahora hubiese de iniciar mi  trabajo en la economía y se me dice únicamente la posibilidad de estudiar, a mi elección, uno de estos campos, optaría sin dudarlo por la historia económica. Nadie puede tener la esperanza de comprender los fenómenos económicos de una época cualquiera, incluida la época presente, si carece de un conocimiento adecuado de los hechos históricos y de una proporción suficiente de sentido histórico o de lo que puede llamarse experiencia histórica.(3) La segunda razón reside en el hecho de que la exposición de este tipo de historia no puede ser de carácter puramente económico, sino que debe reflejar también, inevitablemente, hechos “institucionales”, es decir, hechos que no son puramente económicos; por este motivo , el estudio de la historia económica constituye el mejor método para comprender la relación que existe entre los hechos económicos y los no económicos y la relación que debe establecerse entre las diversas ciencias sociales.(4) La tercera razón es la siguiente: en mi opinión, la mayor parte de los errores fundamentales que comúnmente se cometen en el análisis económico se deben mas a la falta de experiencia histórica que a cualesquiera otras diferencias de la formación economicista. Debe entenderse, naturalmente, que dentro de la historia quedan incluidas algunas disciplinas, que a consecuencia de la  especializacion, han adquirido nombres diferentes: por ejemplo, la investigación prehistórica y la etnología (antropología).(5)
De estas consideraciones se deducen dos consecuencias ominosas que es conveniente señalar. Primero, como la historia  es una fuente importante aunque no la única  del material que dispone el economista y como este mismo es, además, un  producto de su época y de todas sus épocas precedentes, es evidente que el análisis económico y sus resultados están afectados por la relatividad histórica:(6)el único problema que en torno a esto se plantea consiste en precisar hasta que punto sucede así. Tal problema no puede resolverse en forma satisfactoria teorizando sobre él; nos proponemos, como una de nuestras tareas principales, encontrar una respuesta mediante la investigación desarrollada. Esta es la razón por la cual, en las partes sucesivas de esta obra, nuestra exposición del análisis económica irá precedida de una breve interpretación  del “espíritu de la época” y, en particular, de la política de cada periodo.
Segundo, hemos de tener en cuenta que, como la historia económica forma parte de la economía, las técnicas de investigación que el historiado utiliza deben ser consideradas como viajeros de ese gran carruaje al que llevamos al análisis económico. El  conocimiento indirecto siempre es insatisfactorio. Por lo tanto, aquellos economistas que no se dediquen por si mismos al estudio  de la historia económica y que se limiten a informarse en las investigaciones históricas realizadas por otros, deben ser capaces de entender la forma en que estas investigaciones han sido llevadas a cabo; en caso contrario, no podrán apreciar su significación verdadera. Es imposible satisfacer todas las exigencias que de esto se deducen. Recordemos, por ejemplo, que teóricamente la paleografía latina debe considerarse como una de las técnicas del análisis económico.

2. LA ESTADÍSTICA
Es razonable que la  estadística, esto es, los datos estadísticos o las series de datos estadísticos, son de importancia capital para la economía. Así se ha reconocido en la práctica, al menos desde los siglos XVI y XVII, cuando gran parte del trabajo realizado por los políticos* españoles, por ejemplo, se limitaba a reunir y a interpretar datos estadísticos. (Podíamos haber citado igualmente a los econometristas ingleses, a los que se conocían con el nombre de “aritméticos de la política”, y a sus colegas de Francia, Alemania e Italia).(7) En nuestro campo es imprescindible el uso de los datos estadísticos, y no solo para explicar las cosas, sino también para saber con precisión cuales son los puntos que hay que explicar. Es necesario  agregar aquí una observación semejante al a que hemos hecho en la sección anterior a propósito de la historia: no pueden comprenderse los datos estadísticos sin comprender la forma en que han sido recogidos; es imposible también extraer ninguna información de estos datos o comprender la que los especialistas extraen sin conocer los métodos que sirven para  hacerlo,  así como los  fundamentos epistemológicos de los mismos. Resulta, pues, que la posesión de un dominio adecuado de los modernos métodos estadísticos  es una condición necesaria (aunque no suficiente) para poder evitar que el economista moderno desemboque en resultados carentes de sentido; es evidente, sin embargo, que esta condición se impone en algunos campos de la economía con más fuerza que en otros. En nuestro caso son muchas las cosas importantes que dependen de estos métodos por ejemplo, del método de las diferencias finitas y no podemos dejar que sus virtudes o sus defectos sean juzgados exclusivamente por los especialistas, aun cuando todos ellos sostuviesen  una misma opinión.
Nos encontramos de nuevo ante la imposibilidad de cumplir el programa total que de estas consideraciones se deduce. Sin embargo, debemos reconocer, al menos teóricamente, que los métodos  estadísticos forman parte del conjunto de instrumentos del análisis económico, aunque no hayan sido elaborados específicamente para satisfacer sus necesidades particulares: el Ars conjectandi de Jacques Bernoulli o la Theorie  anlytique de Laphace forman parte de la historia de muchas ciencias, pero también tienen un puesto en la historia de nuestra disciplina.(8)

3. LA “TEORÍA”
La “teoría” constituye el tercer campo fundamental del análisis económico.
Este término abarca multitud de significados pero, en relación con el uso que tiene en esta obra, únicamente interesan dos de ellos. El primero de estos y el menos importante es aquel que considera toda teoría como un conjunto de “hipótesis explicativas”. Tales hipótesis son, naturalmente, ingredientes esenciales de la historiografía y de la estadística. Cuando se trata, por ejemplo, de explicar el origen de las ciudades, incluso los historiadores mas tenazmente apegados a los hechos ya se dediquen a la historia económica o a cualquier otra especialidad histórica difícilmente pueden evitar la formulación de una o varias hipótesis o teorías. De igual forma, los estadígrafos se ven en la necesidad de formular, por ejemplo, alguna hipótesis o teoría respecto de la distribución  conjunta de las variables estocásticas que intervienen en sus problemas.
Sólo se necesita advertir, sin embargo que es un error ciertamente muy difundido suponer que la única o la mas importante tarea de los especialistas en teoría económica consiste en formular semejantes hipótesis (hipótesis construidas en el vacio, añadirían algunos).
La teoría económica tiene objetivos completamente diferentes. En realidad igual que la física teórica, no puede prescindir de la utilización de esquemas o modelos simplificadores que se elaboran con el objeto de representar algunos aspectos de la realidad y que, dando por supuesta la verdad de algunas cosas, tienden a demostrar otras mediante la aplicación de reglas metodológicas determinadas. Desde el punto de vista de esta obra, las cosas (proposiciones) que damos por supuestas pueden denominarse indiferentemente hipótesis, axiomas, postulados, supuestos o incluso principios (9) llamaremos teoremas a las cosas (proposiciones) que consideramos establecidas mediante reglas metodológicas admisibles. Puede ocurrir, naturalmente, que una preposición figure en un razonamiento como postulado y en otro como teorema. A veces las hipótesis de este género vienen también sugeridas por los hechos es decir, se formulan apoyándose en observaciones realizadas, pero en estricta lógica son creaciones arbitrarias del analista. (10) Estas hipótesis, a diferencia de las del primer género (hipótesis explicativas), no incorporan resultados finales de la investigación que se consideran interesantes por sí mismos, sino que son simples utensilios o instrumentos elaborados con el propósito de establecer los resultados que interesan. Los economistas teóricos igual que los estadígrafos teóricos o que los teóricos de cualquier otra disciplina no pueden limitarse a la elaboración de este género de hipótesis. Importa también, en la misma manera, crear todos aquellos otros instrumentos analíticos mediante los cuales se hace posible extraer de ellas algunos resultados; así los conceptos (como los de “tasa marginal de sustitución”, “productividad marginal”, “multiplicador”, “acelerador”), las relaciones entre conceptos y los métodos para manipular estas relaciones ninguno de los cuales, evidentemente, tiene carácter hipotético.(11) La suma total de todos estos instrumentos incluidos los supuestos estratégicamente útiles constituye la teoría económica. Podríamos decir, utilizando la expresión sumamente acertada de la señora Robinsón, que la teoría económica es una caja de herramientas.
El fundamento racional de esta concepción de la teoría económica es muy simple, y, en todos sus aspectos, similar al que se utiliza en todas las demás ramas de la ciencia. La experiencia nos enseña que los fenómenos de una determinada categoría económicos, biológicos, mecánicos, eléctricos, etc. Son  en realidad acontecimientos individuales, cada uno de los cuales al manifestarse, revela peculiaridades propias. Sin embargo, la experiencia también nos enseña que estos acontecimientos individuales tienen ciertas propiedades o aspectos comunes y que puede conseguirse una gran economía de esfuerzo mental si consideramos, de una vez por todas, estas propiedades o aspectos, así como los  problemas que suscitan. No hay duda de que, para determinados fines, es necesario analizar cada caso particular de formación de los precios en un mercado determinado, cada caso de formación del ingreso, cada ciclo económico concreto, cada transacción internacional, y otras muchas cosas por el estilo. Pero puede observarse que, incluso cuando esta necesidad se presenta, los conceptos que aplicamos a cada uno de los casos particulares derivan del análisis de todos los casos. Inmediatamente percibimos que todos aquellos o al menos extensos grupos de los mismos manifiestan características semejantes que, igual que las implicaciones inherentes a ellas, pueden ser tratadas conjuntamente por medio, de esquemas generales de formación de los precios, de formación de los ingresos, de los ciclos, de las transacciones internacionales, etc. Finalmente, descubrimos que estos, esquemas no son independientes entre sí, sino que están relacionados en tal forma que resulta ventajoso elevarse a un nivel más alto de “abstracción generalizadora”, y construir sobre el un instrumento complejo, un mecanismo o sistema lógico del análisis económico, que formalmente se comporta de la misma manera, cualquiera que sea el problema económico al que podamos aplicarlo. (12)
(Como ya hemos visto, este sistema lógico no es necesariamente único). La obra de Richard Cantillon,(13) aunque los economistas tardaron más de un siglo en desarrollar todas sus posibilidades, es la primera en la que se manifiestan claramente la conciencia de esta ultima verdad. Realmente fuel León Walras el primero en descubrirlo (véase infra, Parte Cuarta, cap. 6, sec. 5B)
No es posible no conveniente emprender aquí un estudio epistemológico de la ciencia económica; algunos de los problemas relacionados con esta materia se examinaran en los capítulos siguientes de esta Parte Primera y a lo largo de todas las partes sucesivas. Sin embargo, conviene hacer algunas observaciones suplementarias, con la esperanza de que sirvan para eliminar las barreras que pueden existir entre el autor y los lectores.
En primer lugar, por consiguiente, conviene precisar las consideraciones anteriormente expuestas sobre la naturaleza y las funciones de la teoría económica. Tales consideraciones se han formulado en términos aplicables, sustancialmente al menos, a todas aquellas ciencias que disponen de un aparato de análisis para cualquier fin.
Sin embargo, existen algunos hechos que restringen este paralelismo, entre los cuales los más importantes son los dos siguientes: la economía no puede beneficiarse de las ventajas que la física obtiene  en los experimentos del laboratorio (cuando los economistas hablan de experimentar quieren decir algo muy diferente de lo que se entiende por experimentación en condiciones de laboratorio); por el contrario, la economía dispone de una fuente de información que la física no tiene, a saber, un extenso conocimiento de las significaciones de los actos económicos. Esta fuente de información es también una fuente de controversias, que encontraremos repetidamente como obstáculo en nuestro camino, pero difícilmente podemos negar su existencia. Ahora bien, cuando hablamos, por ejemplo, de las motivaciones que, según se supone, impulsan a los individuos o a los grupos, esta fuente de información  puede identificarse, en líneas generales, con el conocimiento de los procesos psíquicos, conscientes o subconscientes; sería absurdo pues, no servirse de este conocimiento, aunque hay que advertir como repetiré siempre que sea necesario que esta utilización  no implica traspasar las fronteras propias de la psicología profesional: del mismo modo, la formulación de la “ley” de los rendimientos decrecientes  de la tierra no implica la invasión de los dominios propios de la física. Existe, sin embargo, otra forma de interpretar este conocimiento de las significaciones de los actos económicos que esta mas de acuerdo con la lógica. Así, por ejemplo, al afirmar que las ganancias instantáneas de una empresa bajo ciertas condiciones alcanzan su punto máximo cuando la producción es tal que el costo marginal coincide con el ingreso marginal (siendo este último igual al precio en el caso en que exista competencia perfecta), puede decirse que formulamos la lógica de la situación, que exponemos una conclusión que es cierta, como lo es una regla de la lógica general, independientemente de que algunos sujetos económicos actúen o no siempre de acuerdo con ella. Esto significa que existe una clase de teoremas económicos que son modelos o normas lógicas (y no, naturalmente, éticas o políticas), y que evidentemente los teoremas de esta clase se diferencian de aquellos otros que están fundados directamente en la observación: entre estos últimos pueden citarse, por ejemplo, los que se refieren a la relación que existe entre las perspectivas de empleo de los trabajadores y su nivel de gastos en bienes de consumo, o a la relación entre los niveles de salarios y el coeficiente de matrimonios. Sin duda, sería posible considerar que entre estos dos géneros de teoría no existe ninguna diferencia; bastaría para ello interpretar las normas lógicas como generalizaciones “purificadoras” de los datos empíricos o, si fuera preciso, de las observaciones acumuladas subconsciente por la experiencia común. Sin embargo, parece más oportuno, en general, admitir esta distinción y reconocer francamente que tenemos la capacidad o que al menos creemos tenerla de comprender los significados y representar mediante esquemas adecuados las implicaciones de los mismos.
En segundo lugar, es posible que las aclaraciones precedentes hayan  contribuido a exonerarme de la sospecha de estar contagiado de “cientificismo”. Este término ha sido introducido por el profesor Von Hayek (14) para designar la actitud de aquellos que sin ninguna crítica, copian los métodos de la física matemática, creyendo, sin critica también, que tales métodos pueden aplicarse universalmente y que constituyen un modelo incomparable al debe ajustarse toda actividad científica. A lo largo de esta obra vamos a ver si, en el campo de la economía, se ha producido realmente eta imitación acrítica de métodos que únicamente tienen sentido dentro de los esquemas particulares de las ciencias en las que se han desarrollado dejando aparte naturalmente, las declaraciones programáticas que, aunque han sido continuas y numerosas desde los asombrosos éxitos conseguidos por las ciencias físicas en el siglo XII, carecen casi por completo de significación. Desde el punto de vista teórico, no cabe la menor duda de que Hayek tiene razón  como le han tenido todos aquellos que en el siglo XIX le han precedido en formular una crítica semejante a la suya cuando sostiene que es inadmisible que los economistas tomen prestado un método cualquiera aduciendo  como único fundamento que haya sido aplicado con éxito en otro campo de la ciencia, y cuando afirma que en aquellos casos, pocos y sin importancia, en que se ha hecho realmente esto lo recibió no vale la pena. Desgraciadamente no es este el verdadero problema. En efecto, es necesario aclarar que debe entenderse por “tomar prestado” antes de preguntarnos en que casos es ilegitimo hacerlo. En este punto hemos de evitar caer en una ilusión óptica semejante a la que ha hecho que los marxistas, al hablar de un futuro orden socialista, se muestren tan renuentes a emplear términos tales como precio o costo, dinero o valor de los servicios de la tierra e incluso interés; estos términos expresan realmente conceptos de lógica económica general, pero el simple hecho de que se utilicen también en la sociedad capitalista hace pensar a los marxistas que están impregnados de una significación que el capitalismo les ha dado. A propósito de los conceptos y de los métodos lógicos de la matemática “superior” se presenta un caso semejante: es cierto que estos conceptos y métodos se han desarrollado inicialmente en conexión con los problemas de los físicos, pero esto particular de lenguaje que sirva para expresarlos.(15) Lo mismo puede decirse de algunos de los conceptos generales de la física como potencial de equilibrio, oscilador, estática dinámica que se presentan a su vez en el análisis económico igual que se presentan los sistemas de ecuaciones: al adoptar en nuestro campo, por ejemplo, el concepto de “oscilador” no hacemos otra cosa más que tomar prestado una palabra.
Sin embargo, existen dos circunstancias que vienen a reforzar la ilusión óptica de la que hablamos. Ocurre, por una parte, que los físicos y matemáticos, al descubrir estos conceptos generales que solo en fecha posterior aparecieron entre los economistas, no se limitaron a crear nombres apropiados para designarlos, sino que al mismo tiempo se ocuparon en desarrollar la lógica de los mismos. Evidentemente, siempre que esta lógica no introduzca en nuestro análisis elementos “fisistas”, no hacer uso de ella significaría un inútil despilfarro de energías. Por otra parte, es indudable que a veces los estudiantes comprenden más fácilmente una analogía física que el significado económico de los conceptos que se le presentan. Es natural, por tanto, que tales analogías se utilicen frecuentemente en al enseñanza. Parece, pues, que el empleo de conceptos originados en otros campos de la ciencia, en el cual se fundan los que nos acusan de tomar cosas en préstamo, es una mera consecuencia de un hecho obvio: todos nosotros físicos o economistas, razonamos mediante un mismo tipo de cerebro que actúa siempre en forma bastante semejante, cualesquiera que sean los objetivos a que se aplique hecho al que debe su existencia el movimiento hacia la “unidad de la ciencia”. Esto no implica que olvidemos el hecho cierto de que en las ciencias sociales “explicar” tiene un significado distinto del que tiene en las ciencias naturales; no implica finalmente que neguemos las consecuencias del carácter histórico de nuestra disciplina.
En tercer lugar, admitiendo que la teoría económica sea algo tan simple y tan inocua como se deduce de la exposición que he hecho, el lector puede preguntarse de donde procede la hostilidad manifestada permanentemente frente a ella desde que empezó a atraer la atención general (aproximadamente en la época de los fisiócratas) hasta nuestros días. Voy a enumerar simplemente los puntos más importantes que deben tenerse en cuenta para elaborar una respuesta, puntos que a lo largo de nuestra exposición quedaran suficientemente justificados:
1) En todas las épocas, incluyendo la presente, si se juzga el estado de la teoría económica desde el punto de vista de los criterios científicos de cada periodo (es decir, sin aplicar criterios propios de un periodo posterior), los resultados de la misma han sido inferiores a los que razonablemente podía esperarse, y la critica que de ellos se ha hecho está justificada.
2) Estos resultados insatisfactorios se han visto y aun se ven acompañados de pretensiones injustificadas, y especialmente de aplicaciones irresponsables a los problemas prácticos: aplicaciones que estaban o están fuera del alcance del aparato analítico de la época.
3) Es cierto que los resultados de la teoría económica nunca han sido completamente satisfactorios, es decir, nunca han llegado hasta el nivel que cabía esperar, pero hay que admitir también que la mayoría de las personas interesadas han sido incapaces de entenderlos y que han manifestado hostilidad ante cualquier tentativa de afinamiento analítico. Debemos destacar cuidadosamente dos elementos distintos que están contenidos en esta hostilidad. Primero: ha existido siempre un gran número de economistas que deplorar la perdida de esta multitud de hechos que efectivamente se pierden en todo proceso que implique abstracción. Frecuentemente, desde el punto de vista de las aplicaciones prácticas, la hostilidad fundada en este motivo ha estado suficientemente justificada. Segundo: existen además mentalidades constitucionalmente ineptas para la abstracción teórica que son incapaces de ver alguna utilidad en cualquier cosa que no esté directamente referida a la solución de los problemas prácticos o para decirlo menos inofensivamente que carecen de la cultura científica necesaria para apreciar cualquier cosa que suponga un afinamiento analítico. Es muy importante que el lector tenga en cuenta esta curiosa combinación de críticas justificadas e injustificadas dirigidas contra la teoría económica, combinación que intentaremos poner de manifiesto a lo largo de toda esta obra. Así se explica que la mayor parte de las críticas que se han hecho a la teoría económica procedían  casi siempre de personas que se encontraban por encima o por debajo del nivel de la teoría económica de su época.
4) Muchas veces la hostilidad que procedía de estas fuentes se veía fortalecida por la hostilidad hacia las alianzas políticas que la mayoría de los  teóricos persistían en formar. La alianza de la teoría económica con el liberalismo político del siglo XIX constituye el ejemplo más característico. Esta alianza, como más adelante veremos, tuvo el efecto de convertir durante algún tiempo la derrota del liberalismo político en una derrota de la teoría económica, identificándola con un artilugio destinado a sostener un programa político que se rechazaba. Este punto de vista resultaba tanto más fácil  de mantener por el hecho de que los propios teóricos de la economía compartían este mismo error y hacían todo lo posible para poner su sistema analítico al servicio de su credo político liberal. En este caso y en otros muchos análogos, entre los cuales la teoría económica moderna es otro ejemplo deplorable, los economistas se han dejado arrastrar por su fuerte afición a mezclarse en los asuntos políticos, por su inclinación a transformarse en vendedores de recetas políticas y a presentarse como filósofos de la vida económica; y, al hacer esto, han descuidado el deber de aclarar explícitamente los juicios de valor introducidos en su razonamiento.
5) Podemos citar también por separado aunque realmente está implícita en algunos de los apartados precedentes la opinión de que la teoría económica consiste en una elaboración intelectual abstracta, en un conjunto de hipótesis especulativas, entendiendo esto en el primero de los dos sentidos que anteriormente hemos distinguido. En esta opinión se funda la tendencia, tan frecuente entre los economistas y entre los especialistas de las demás ciencias sociales, a excluir la teoría económica del campo de la ciencia propiamente dicha. Es interesante señalar que semejante tendencia(16) no se ha producido únicamente en los límites de nuestra disciplina.  No cabe duda de que Isacc Newton fue principalmente un teórico; sin embargo, mostro siempre una marcada hostilidad hacia la teoría y especialmente hacia toda elaboración de hipótesis causales. Realmente los ataques de Newton no estaban dirigidos  contra la hipótesis o teoría clasificadas por nosotros en segundo lugar, sino precisamente contra la especulación insuficientemente fundamentada. Tal vez su actitud se debía también a la aversión que toda mentalidad verdaderamente científica siente hacia el empleo de la palabra “causa”, que está cargada de un cierto sabor metafísico. El ejemplo de que la aversión hacia el empleo de conceptos metafísicos en el campo de la ciencia empírica no implica de ningún modo aversión hacia la metafísica misma.*

4) LA SOCIOLOGÍA ECONÓMICA
El lector habrá podido observar que estos tres campos fundamentales de nuestra disciplina historia económica, estadística y teoría económica, aunque son esencialmente complementarios entre sí, no lo son  de manera perfecta. En verdad, algunos trabajos de historia económica contienen afirmaciones que, antes de ser aceptadas, deberían fundamentarse convenientemente mediante argumentos propios de la teoría económica: así debe considerarse, por ejemplo, la afirmación de que el gran desarrollo económico producido en Inglaterra desde la década de 1840 hasta el final del siglo XIX estuvo vinculado a la abolición de las  Leyes cerealistas y a la de casi todas las restantes formas de proteccionismo. A su vez, la historia económica es la fuente que permite conocer los marcos institucionales dentro de los cuales han de actuar los esquemas de la teoría económica: ella puede decirnos por si sola a qué tipo de sociedad pasada o presente deben aplicarse tales esquemas. Sin embargo, no es la única que presta este servicio a la teoría. Se ve inmediatamente que al incluir en nuestra consideración instituciones tales como la propiedad privada, la libre contratación o , por el contrario, un nivel más o menos elevado de dirigismo gubernamental, se hacen intervenir hechos sociales que no pueden interpretarse como integrantes simplemente de la historia económica, sino que se incluyen dentro de una especie particular de la misma tipificada  y estilizada. Esto puede aplicarse, en mayor grado aún, a las formas del comportamiento humano, que puede considerarse o bien en general o bien referido no a cualesquiera sino a situaciones sociales determinadas. Todos los manuales de economía, cuando no se limitan a la enseñanza de la técnica en el sentido más restringido de la palabra, contienen una introducción  relativa a las instituciones, que pertenece más a la sociología que a la historia económica propiamente dicha. Adoptando la practica alemana, consideramos útil añadir un cuarto campo fundamental que sirva para complementar los tres citados hasta ahora, aunque, en rigor, la actividad científica propia de este campo queda fuera de los limites específicos del análisis económico: llamaremos a este nuevo campo “sociología económica” (Wirtschaftssoziologie). Podemos añadir, usando una expresión afortunada, que el análisis económico se ocupa del comportamiento de los hombres en una época determinada y de qué efectos económicos resultan de tal comportamiento; la sociología económica estudia cómo llegan los hombres a comportarse como realmente lo hacen.(17) Si definimos el comportamiento humano en forma suficientemente general para que no solo incluya las acciones, las motivaciones y las inclinaciones, sino también las instituciones sociales que están en relación con el comportamiento económico por ejemplo, el gobierno, la trasmisión hereditaria de la propiedad, el contrato, etc., la expresión utilizada satisface plenamente nuestras necesidades. Conviene señalar que, naturalmente, la distinción que en ella se contiene está de acuerdo con nuestros propios fines; no pretendemos suponer que sea una distinción compartida por los autores que vamos a analizar en esta Historia. Por ahora, me abstendré de presentar ningún argumento en defensa de la misma: la calidad de un pastel solo se comprueba comiéndolo.

5) LA ECONOMÍA POLÍTICA
Llamamos economía (científica) al complejo formado por las técnicas históricas, estadísticas y teóricas que anteriormente hemos descrito, junto con los resultados obtenidos con la ayuda de las mismas. La difusión del término es relativamente reciente. Fue A. Marshall, en su importante tratado, el primero en implantar  su uso, al menos en Inglaterra y en los Estados Unidos, (18) a partir de 1890. En el siglo XIX se utilizo comúnmente el término “economía política”, aunque en algunos países, durante las primeras décadas del siglo, compitieron con ella otras denominaciones. En las partes sucesivas examinaremos, está cuestión, que realmente carece de importancia. Primero: por economía política e entienden cosas distintas según los diversos autores; en algunos casos este término significa lo que ahora se conoce con el nombre de teoría económica o economía “pura”. Por esta razón, para interpretar correctamente lo que un autor determinado ha dicho respecto del objeto y del método de la economía política, es necesario asegurarse del significado que le atribuye a esté término (si se tienen en cuenta esta regla, se transforman en inocuas muchas de las afirmaciones que más violentamente han sido criticadas). Segundo: desde que un autor no muy destacado del siglo XVII designo a nuestra disciplina, o al conjunto de campos que la constituyen, con el nombre de economía política hecho por el cual alcanzo su obra una inmortalidad inmerecida, se ha tenido la idea, explícita o implícita, de que la ciencia económica tiene como único objeto la economía del Estado aunque, naturalmente, no solo la de la polis, la ciudad Estado griega o, lo que viene a ser lo mismo, la política pública de naturaleza económica. Semejante idea que era aun más evidente en el término alemán  Staatswissenschaft, utilizado frecuentemente como sinónimo de economía política implicaba una concepción demasiado estrecha del objeto de la economía. Digamos, de pasada, que destacaba excesivamente la distancia, en gran parte carente de sentido, entre la economía y lo que ahora se conoce con el nombre de economía de empresa (business economics). Debe entenderse, pues, que por nuestra parte no admitimos esta disociación; todos los hechos y todos los métodos que tienen alguna relación con el análisis del comportamiento de las empresas individuales, ya sean presentes o pasadas, quedan dentro del marco de la economía en el sentido que nosotros le atribuimos así como los hechos y los métodos que tienen alguna relación con el análisis del comportamiento de los gobiernos. Creemos, pues, que ha de tenerse también en cuenta la economía de empresa cuando examinemos el contenido de cualquier forma de economía política del pasado, aunque en la época correspondiente esta se entendiera de manera más restringida. Sin embargo, debemos dar cuenta aun de un nuevo significado del término que se ha impuesto recientemente.
Algunos economistas contemporáneos opinan que, en su mayor parte, la moderna teoría económica tal como nosotros la hemos definido está fundada en el aire y que no tiene suficientemente en cuenta la imposibilidad de aplicar correctamente sus resultados a la solución de los problemas prácticos ni siquiera al análisis de una situación económica determinada sin o se toman en consideración las condiciones histórico-políticas en función de las cuales estos resultados deben producirse. A veces esta opinión se extiende hasta implicar una crítica de cualquier intento encaminado a perfeccionar los instrumentos teóricos o estadísticos del análisis; creo que, en tal caso, no significa otra cosa que una incapacidad  para comprender la necesidad inexorable de la investigación especializada. Sin embargo, se libera de esta exageración, semejante opinión está totalmente justificada. Es probable, en particular, que una economía que incluya un análisis adecuado de la acción gubernamental, de los mecanismos y de las concepciones filosóficas predominantes en la vida política resulte  mucho más satisfactoria para el principiante que una sucesión de ciencias diversas, cuya forma de coordinación desconoce (en Karl Marx encuentra el principiante lo que busca, dispuesto de antemano par su propio deleite).
A veces una economía de este tipo se presenta también bajo el título de “economía política”. En reconocimiento parcial de la verdad que parece contenida en esta forma de entender la economía, hemos definido en la sección precede lo que entendemos por “cuarto campo fundamental” de nuestra disciplina: la sociología económica.
El término “economía política”, en el sentido que hemos analizado en el párrafo anterior, tiene aun otro significado vinculado al examen de los “sistemas de economía política”. Este significado se asocia,  a su vez, con el término “pensamiento económico”. Conviene, sin embargo, diferir al capítulo 4 el estudio de estos dos conceptos. Allí intentaremos aclarar también la relación que existe entre la presente historia del análisis económico, la historia de los sistemas de economía política y la historia del pensamiento económico, relación que no es extraña al pensamiento común.

6. CAMPOS DE APLICACIÓN
En la economía, igual que en las demás ciencias, la división del trabajo, actuando al mismo tiempo sobre la investigación y sobre la enseñanza, ha producido una infinidad de especialidades que habitualmente se llaman “campos de aplicación”. Para enumerar estos campos especializados (enumeración que no pretende ser completa) vamos a guiarnos por los programas de los cursos de economía que se desarrollan en las más importantes instituciones de enseñanza superior de los Estados Unidos.
Además de los cursos generales y de los cursos de historia económica, de estadísticas, de la teoría económica y de la sociología económica, (19) observamos que existe, en primer lugar, un grupo de especialidades consideradas por todo el mundo como elementos integrantes de la “economía general” y que se desarrollan separadamente con la única intención de facilitar una exposición más detallada de los temas. A este grupo pertenecen las disciplinas que se ocupan del dinero y del sistema bancario, de las fluctuaciones económicas (ciclos), del comercio exterior (relaciones económicas internacionales) y, en algunos casos, de la localización de las industrias. En segundo lugar, nos encontramos con otro grupo de especialidades como la  contabilidad, la ciencia actuarial y la teoría del seguro que, en conjunto, se han mantenido históricamente en una posición de independencia excesiva respecto a la economía general (en el caso de la contabilidad esta independencia disminuye lentamente); este grupo de disciplinas, a pesar de la autonomía que han mantenido, son útiles para el economistas y a veces indispensables puesto que proporcionan instrumentos de análisis económico y posibilidades para la aplicación práctica del mismo: el problema de la depreciación constituye un ejemplo significativo. Encontramos después un tercer grupo de especialidades clásicas que se corresponden con las subdivisiones tradicionales de la política económica: agricultura (20) trabajo, transportes y empresas de utilidad pública, problemas relativos a la industria manufacturera (y los relativos a su control por los organismos públicos) campo para el cual no existe en ingles ningún nombre generalmente aceptado y Hacienda pública (“política fiscal”); muchos pensaran que es necesario incluir en este mismo grupo algunos otros campos de estudio, como el mercadeo (“distribución de mercancías”) y la seguridad social (en aquellos aspectos que no caigan dentro de la teoría general del seguro). El socialismo, los “sistemas económicos comparados” e incluso los estudios sobre “población” pueden constituir un cuarto grupo, y los “estudios regionales”, un quinto. La inclusión de otros campos o la subdivisión de algunos de los que ya han sido considerados podría aumentar en forma impresionante el número de pasajeros de ese gran carruaje con el que henos comparado el análisis económico. Sin embargo, la enumeración que hemos hecho y el conocimiento general del lector pueden bastar para probar la exactitud de las tres afirmaciones siguientes (afirmaciones que, en función de los propósitos que se persiguen en esta obra, creemos conveniente formular):
1)Es evidente que esta mezcolanza de campos de aplicación no tiene carácter definitivo ni orden lógico. Entre los diversos campos no existen fronteras claramente definidas. Todos ellos, según cambian los intereses y los métodos, aparecen, desaparecen o se sobreponen; su importancia relativa aumentan o disminuye. Y es natural que así ocurra, como ya hemos dicho. Cuando esta justificado el interés por una materia, sería el colmo del absurdo emprender su estudio, o abstenerse de hacerlo, en función del respecto que suscitan  las fronteras o la configuración según la cual se distribuyen estos campos.
2)Todos estos campos de aplicación, estos campos especializados no solamente los tres que han sido citados como integrantes del primer grupo están constituidos por una mezcla de hechos y de técnicas que forman conjuntamente los cuatro campos fundamentales del análisis económico. Todos ellos difieren considerablemente entre si, por la razón de que existen amplias zonas en las que es más difícil o menos necesario que en otras (o incluso completamente imposible) elaborar instrumentos estadísticos o teóricos; en ningún caso, sin embargo, puede despreciarse impunemente el elemento histórico. Se diferencian además por otra razón: los especialistas de estos diversos campos, considerados tanto individualmente como en grupos, poseen niveles distintos de conocimiento en cada uno de los cuatro campos fundamentales y, por ello, mezclan las técnicas en una forma que difiere considerablemente de la que parece requerir la especializacion concreta que han escogido. Este es un hecho que debemos tener en cuenta si queremos comprender las causas de la estructura real de la economía. A pesar de todo, es imposible, en principio, separar totalmente cualquiera de los campos especializados de los campos fundamentales.
3)Hay una razón más para que esta separación resulte imposible: los campos especializados no se limitan a aplicar técnicas y hechos elaborados por la economía general, sino que a su vez hacen algunas aportaciones a esta última.

En ellos se acumulan ciertamente grupos de hechos y de métodos “particulares” que sirven de muy poco, o de nada, fuera de sus fronteras. Pero, además de esto, en varias ocasiones han desarrollado hechos y métodos conceptuales que deben considerarse como una contribución al análisis económico general, a pesar de que algunas veces los guardianes oficiales de este se hayan mostrado reacios en aceptarlos. La moderna economía agrícola ofrece algunos ejemplos de esto, y otros semejantes se presentan en el campo de los transportes y en el de la Hacienda pública. De todo esto se deduce que en el presente estudio no podemos limitarnos a la historia del análisis económico “general”, sino que habremos de prestar atención, en la forma más precisa que podamos, a los resultados obtenidos en los campos de aplicación que hemos enumerado.

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